Primer plano de Teresa Joseph y Anjali Shukla (DWM - India)

“Dignificamos la ocupación de las trabajadoras domésticas”

“Dignificamos la ocupación de las trabajadoras domésticas”

En la India, el ’Domestic Workers’ Movement’ (DWM - Movimiento de Trabajadores Domésticos) cuenta con más de 2 millones de miembros, de los cuales el 95 por ciento son mujeres. Al procurar que se reconozca a los trabajadores domésticos y que se les den mejores condiciones de empleo, dicho Movimiento también dignifica esta ocupación, que habitualmente es parte de la economía informal. El DWM también combate el trabajo de los menores como criados. Encuentro con Anjali Shukla, coordinadora de los proyectos del DWM, y con Teresa Joseph, coordinadora del DWM en la región del nordeste de la India.

¿Cuáles son los principales problemas que tienen las trabajadoras y trabajadores domésticos en la India?
Teresa Joseph: La falta de reglamentación. Existe un proyecto de ley sobre la economía informal en el cual tras largas luchas se consiguió que se incluyera a los trabajadores domésticos, pero todavía sigue siendo nada más que un proyecto de ley. Esta falta de reglamentación permite que se cometan numerosos abusos contra los trabajadores domésticos, como las jornadas laborales, que oscilan entre las 8 y las 18 horas diarias, como así también la falta de garantías de conservar el trabajo. A menudo, la carga laboral depende únicamente de lo que deseen los empleadores.
Anjali Shukla: Aunque no hay leyes nacionales al respecto, en algunos estados del país sí hay leyes. Por ejemplo, en Kerala y en Karnataka, donde se promulgaron leyes sobre el salario mínimo de los trabajadores domésticos. En Tamil Nadu hay una ley que reconoce a los trabajadores de la economía informal y que les da derecho de formar sindicatos, lo que constituye toda una novedad en la India. En algunos estados también hay planes de seguridad social para los trabajadores domésticos, como ocurre en Maharashtra y en Karnataka. Esos estados han tomado medidas en ese sentido debido a las presiones y campañas que ha hecho nuestro movimiento.

¿Sus afiliadas viven en las casas de los empleadores o fuera de ellas?
Anjali Shukla: Observamos la existencia de dos tipos de situaciones que originan problemas diferentes. Cuando la empleada doméstica vive en casa de su empleador, generalmente corre más riesgo de que se la agreda sexual o verbalmente, o que se le prohíba tomar días francos. Las empleadas domésticas que viven con sus propias familias y que solamente hacen algunas horas en casa de algún empleador tienen menos problemas de ese tipo pero, por otra parte, también tienen que ocuparse de sus familias y encontrar dónde dejar a sus hijos. No siempre pueden mandarlos a la escuela y los chicos corren entonces el riesgo de terminar también como empleados domésticos.

¿Qué servicios les brindan ustedes a las trabajadoras y trabajadores domésticos para atraerlos hacia su movimiento?
Anjali Shukla: Les brindamos una cierta seguridad. Por ejemplo, los asesoramos y les prestamos asistencia cuando negocian con los empleadores sus salarios, sus días francos pagos (anuales o semanales), etc. También les proporcionamos ayuda médica y a los más pobres les brindamos apoyo para que sus hijos estudien.

El trabajo doméstico se caracteriza por tener una gran cantidad de empleadores, casi tantos como trabajadores. ¿Cómo consiguen llegar a todos ellos?
Teresa Joseph: Llevamos a cabo muchas campañas de información a través de los medios informativos sobre la existencia de nuestro movimiento y los derechos fundamentales de los empleados domésticos. También brindamos información a las afiliadas cuando se inscriben. Apenas conseguimos afiliar a diez trabajadoras domésticas de una localidad, formamos grupos de apoyo mutuo. De esa manera, si le sucediera algo a alguna de ellas, las demás pueden informarnos u ocuparse juntas de resolver el problema. En algunas regiones, los domingos impartimos cursos de formación para que estén en mejores condiciones de negociar sus derechos. No siempre somos nosotros los que damos el primer paso. A veces son los empleadores quienes se ponen en contacto con nosotros para informarse sobre las condiciones de trabajo que deben brindar a sus empleados domésticos.
Anjali Shukla: También procuramos que los empleadores firmen verdaderos contratos de trabajo con sus empleadas. No existe ninguna ley al respecto pero hacemos modelos de contrato donde se estipula, por ejemplo, que en caso de que hubiera algún problema de salud, el empleador pagará la mitad de los gastos de atención médica y la empleada doméstica la otra. Si la empleada es demasiado pobre, nuestro movimiento a veces colabora para pagar la mitad que le correspondería a ella. Cuando los abusos son demasiado graves, llevamos a cabo operativos de salvamento con ayuda de las autoridades.

¿Están algunas de las empleadas domésticas sujetas a servidumbres por deudas?
Teresa Joseph: Sí. En noviembre de 2006, fuimos testigos de una explotación de ese tipo en el nordeste de la India. Una empleada doméstica tuvo que pedirle prestada cierta cantidad a su empleador pero no pudo devolverla en término. Su empleador le exigió que “le diera” a su hija como criada durante dos años. ¡La chica tenía nada más que 11 años de edad y tuvo que trabajar dos años sin que se le pagara! Era una persona muy poderosa y había amenazado a la mujer con obligarla a trabajar un mes sin sueldo o hacerle juicio. Intervenimos para liberarla.

¿Cómo financian ese tipo de tareas?
Anjali Shukla: Utilizamos una parte de las cuotas de inscripción de nuestros afiliados para solventar los gastos médicos de los más pobres o los cursos de formación en general. También recibimos donaciones, por ejemplo, para formar un fondo de emergencia para la atención médica. La autosuficiencia de nuestro movimiento constituye un grave problema que todavía no hemos conseguido resolver, sobre todo, porque no todas las personas que ayudamos están registradas como afiliadas. Por ejemplo, defendemos a los chicos que trabajan como empleados domésticos, pero recién los registramos como miembros a los 18 años.

¿Se consideran ustedes un sindicato o una ONG?
Anjali Shukla: Una ONG. Como a las empleadas domésticas no se les reconoce la condición de trabajadoras en toda la India, es difícil formar un sindicato. Además, muchas de las trabajadoras domésticas mismas no quieren afiliarse a sindicatos porque temen que, de hacerlo, los empleadores las despidan.
Teresa Joseph: Hay siempre un clima de inseguridad. Cuando les pedimos que se encarguen ellas mismas del movimiento, temen que les estemos pidiendo que se enfrenten a sus empleadores. Todavía queda un largo camino por recorrer antes de poder sindicalizarlas.

¿Hay en la India inmigrantes que trabajan como empleadas domésticas?
Teresa Joseph: En el nordeste de la India tenemos muchas inmigrantes. Proceden principalmente de Nepal, Bangladesh y Birmania. La ley estipula que no tenemos derecho de defenderlas. Nos limitamos entonces a vincularlas a nuestras actividades. A los empleadores les interesa tomar inmigrantes porque cobran todavía menos que las personas de la India. Algunas mujeres de Bangladesh aceptan que se les pague 100 rupias (1,7 euro) mensuales si se les da casa y comida, mientras que las indias piden un salario de por lo menos 1.000 rupias mensuales.
Anjali Shukla: La situación de esas inmigrantes del extranjero es todavía peor que la de las inmigrantes de otros lugares de la India porque generalmente están indocumentadas y se topan regularmente con hostigamiento de parte de la policía o las autoridades.

¿Cuáles fueron sus mayores triunfos?
Teresa Joseph: Me siento muy orgullosa de que nuestras afiliadas mejoren su poder de negociación. Además, al inscribirse estamos reforzando su dignidad porque se les da un verdadero carné de miembros, con su nombre, número de registro, etc. Eso reviste todavía mayor importancia en el caso de las inmigrantes. Con ese documento, no solamente sienten más profundamente su afiliación al movimiento sino que se siente valoradas como trabajadoras, como empleadas domésticas. Les regocija que se las denomine “trabajadoras domésticas”, representar algo dentro de la sociedad. Se les ve un cambio de actitud, se visten mejor, porque mejora su autoestima. A fuerza de repetírselo, van comprendiendo que trabajar como empleadas domésticas de una familia no tiene nada de degradante sino todo lo contrario: les explicamos la medida en que contribuyen al bienestar de la sociedad al ocuparse de los niños o de las personas de edad, les hacemos comprender que es una labor que realmente ayuda a convertirse en mejores ciudadanos.
Anjali Shukla: Uno de nuestros mayores triunfos fue conseguir que se reconociera que es necesario mejorar la situación del trabajo doméstico de la India. Eso no se había logrado nunca antes. Ahora también se comprende que el trabajo doméstico de niños es un problema.

¿Cómo llegan las niñas a trabajar como criadas?
Anjali Shukla: Son niñas “de las que nadie habla”. La gente ni siquiera se da cuenta de su existencia: viven en las casas de los empleadores y algunas nunca salen a la calle. La rara vez que salen es para realizar alguna tarea en concreto. Luego, tienen que volver rápidamente a la casa. Nadie toma conciencia de su existencia. Inclusive cuando se hacen censos de población y que un funcionario público se hace presente en sus domicilios, no se las hace constar en sus planillas. Esas chicas no van a la escuela, no tienen amigos ni tienen contacto con sus familias. De vez en cuando se hacen campañas para que se registre a las criadas ante las autoridades locales pero nunca se obtuvieron resultados importantes. Las autoridades no sienten que sea una cuestión que les concierna especialmente. Generalmente no se aplican las leyes existentes en la India al respecto.
Teresa Joseph: También hay en ello un problema social: cuando un empleador encierra a una niña y la hace trabajar como criada sería necesario que los vecinos o algún otro integrante de la comunidad lo divulgara o procurara saber qué sucede. Pero ir a una casa a preguntar si una niña es de la familia o una criada es algo que no forma parte de la usanza y nadie lo hace. Además, los empleadores se engañan a sí mismos. Piensan que al tomar una criada están ayudando a sus familias, que son muy pobres, y que así, esas niñas por lo menos tienen algo para comer. Los indios suelen pensar que es una forma de caridad y lo mismo sucede en las familias de esas niñas, que piensan que de esa manera tienen una boca menos que alimentar. En general, los indios no comprenden que eso crea una sociedad donde se perpetúa una casta de criadas, lo que afecta a toda la sociedad.

¿Se reconoce la necesidad de combatir el problema del trabajo de niñas como criadas?
Teresa Joseph: Sí. Luego de que se hicieran muchas campañas, el gobierno adoptó en octubre de 2006 un proyecto de ley prohibiendo el trabajo doméstico de los niños. Lo que faltaría es que se aplicara dicha ley... Un suceso trágico contribuyó a que se promulgara dicha ley, que veníamos pidiendo desde 1990. El año pasado, en Mumbai, se encontró colgada a una niña de 13 años que trabajaba como criada. Otra niña, también criada, llamó a nuestro movimiento. El empleador declaró que la niña se había suicidado pero la manera en que se encontró el cuerpo no corroboraba sus declaraciones sino que, por el contrario, parecería que fue el mismo empleador el que la colgó. A pesar de su falta de instrucción, la niña que encontró a la criadita colgada se puso en contacto con otras niñas criadas. Hacia las 9 de la mañana había 500 criadas frente a la casa como protesta y por la noche ya sumaban 5.000. Se hizo presente la policía y también un equipo de televisión. Los periodistas plantearon un interrogante: ¿en hechos como estos es responsable la persona o la sociedad? La tendencia se inclinó hacia un cuestionamiento de la responsabilidad de la sociedad y se planteó entonces la responsabilidad de las personas electas, de allí que se promulgara esa ley.

Entrevista realizada por Samuel Grumiau