Primer plano de Peter Bakvis, Director de la oficina de la CSI y la Agrupación Global Unions en Washington

“La crisis actual plantea enormes desafíos al movimiento sindical”

Pérdida de puestos de trabajo, presión sobre los salarios, agravación de las desigualdades y de la pobreza... La crisis financiera y económica planetaria repercute muchísimo en los trabajadores. ¿Cómo pudo llegar a producirse una crisis tan grave? ¿Qué lecciones se pueden sacar de ello? A continuación, algunos factores que responden a estas preguntas, en boca de Peter Bakvis, Director de la oficina de la CSI y la Agrupación Global Unions en Washington.

¿Cuáles son las principales causas de la crisis actual?

En primerísimo lugar, la desreglamentación de las actividades financieras. La falta de reglamentación no solamente tiene lugar en los Estados Unidos sino que es todavía mayor en el plano internacional. Por otra parte, en las últimas décadas, el sector financiero pasó a ser de orden mundial. No existe ningún sistema que permita, ni siquiera ínfimamente, controlar la evolución de los intercambios financieros ni la capacidad de las instituciones financieras de otorgar préstamos en otros países o de crear productos financieros como los denominados seguros que, en realidad, ocultaban una altamente riesgosa inversión de fondos. Tampoco se puede controlar la capacidad de esas instituciones de efectuar inversiones enormes y puramente especulativas, como por ejemplo en los productos derivados que terminaron poniendo en peligro la totalidad del sistema financiero.

¿Fue realmente la crisis de las hipotecas de alto riesgo en los Estados Unidos el elemento desencadenante?

De no haber sido eso, alguna otra cosa habría desencadenado la crisis pero, efectivamente, se formó una burbuja que fue creciendo, en especial en el sector inmobiliario. Esto no sucedió tan sólo en los Estados Unidos aunque en ese país el problema fue especialmente grave. Se debió a prácticas financieras no reglamentadas: A los financistas les convenía que la gente pagara más y más cara su vivienda, que tomara hipotecas cada vez más onerosas y con condiciones que no se comunicaban a los clientes, como por ejemplo, tipos de interés ajustables. Este sistema funcionó hasta que se reventó la burbuja. En los Estados Unidos, la inflación de los precios de los inmuebles no tenía ninguna conexión con la economía real ni con los salarios reales, que desde hacía diez años iban quedando estancados o inclusive bajaban. El sector financiero permitió que la gente comprara casas a precios que estaban muy por encima de sus posibilidades. Luego vendió las promesas de reembolso, esas hipotecas empaquetadas como productos seguros, a otras partes de distintos puntos del mundo, como Europa. De esta manera, diversas instituciones financieras europeas tuvieron problemas. Pero esta crisis tiene además otras causas, por ejemplo, el hecho de que se había inflado el valor de muchas acciones con respecto al valor real de las empresas. Hubo una inflación de los activos, no solamente en los Estados Unidos sino también en diversos países europeos, que ahora sufren los efectos del hecho de que se desinflara la burbuja.

¿Por qué nadie parece haberse dado cuenta de la enorme crisis que se avecinaba? Inclusive Paul Krugman, el más reciente Premio Nobel de economía, reconoció que se reprocha “no haber comprendido hasta qué punto estamos a la merced del efecto dominó de las finanzas”...

En efecto, esto significa una enorme falla de los economistas profesionales. El FMI y la OCDE, a pesar de los miles de economistas que tienen encargados de supervisar la economía mundial, no supieron preverla. Hubo algunos economistas aislados, en distintos lugares, que afirmaban que lo que sucedía en el mercado inmobiliario de viviendas era completamente inconexo e irreal pero la mayoría de los economistas trabajan para el sector privado. Mientras ese sistema proporcionaba ganancias a las empresas, no querían ser los primeros que atentaran contra la gallina de los huevos de oro.

Por el contrario, en la OIT y en el PNUD, como así también en algunos servicios independientes de investigación o en las organizaciones sindicales, hubo quienes subrayaron los desequilibrios existentes entre la economía financiera y la economía real. Pero solamente constituían una minoría dentro de esa profesión.

¿Qué trabajadores y trabajadoras serán quienes sufrirán más las consecuencias de esta crisis a mediano y largo plazo? ¿Se sentirán más sus efectos en los países en desarrollo que en los países desarrollados?

Lamentablemente, a pesar de las medidas urgentes que tomaron y de la masiva inyección de fondos que hicieron Europa y Estados Unidos durante estas últimas semanas, parece que estamos encaminados hacia una recesión mundial. Pienso que en todo el mundo se sentirán sus efectos, aunque de distinta manera. En los países industrializados, la crisis financiera que se inició en los Estados Unidos origina una casi paralización del sector financiero: Los bancos no quieren otorgar préstamos a las empresas sin las garantías que éstas no están en condiciones de dar. Eso repercutirá muy pronto en la economía real, es decir, en el sector manufacturero de los países industrializados. Se prevé que en todos esos países aumente el desempleo. Como ocurre en cualquier recesión, se producirá una presión hacia la baja de los salarios y de otros costos no salariales vinculados con el trabajo. Todo esto planteará grandísimos desafíos al movimiento sindical: En primer lugar para resistir ante los ataques pero también para sugerir soluciones alternativas que posibiliten reducir al máximo las pérdidas de puestos de trabajo y proteger los salarios y los distintos programas sociales.

En el mundo en desarrollo, la crisis financiera se suma a otra crisis que ya existía: la crisis alimentaria. En los países más pobres, los trabajadores muchas veces tienen que destinar más de la mitad de sus ingresos para adquirir los alimentos básicos. Ahora bien, durante los últimos años en esos países hubo una gran inflación, la cual alcanzó su punto álgido hacia el mes de julio de 2008. Ese aumento de los precios tuvo repercusiones muy negativas. Por ejemplo, un análisis que llevó a cabo la OIT muestra que los trabajadores que cobran un salario básico en el sector textil de Bangladesh perdieron un 20 por ciento de su poder adquisitivo nada más que por la inflación que hubo en el precio del arroz. En muchos otros países pobres hay ejemplos similares. A partir de julio se perfilaba una baja de los precios de los artículos de primera necesidad pero, con respecto a esto, todavía no están definidos los efectos que tendrá la crisis financiera en el rubro de los alimentos.

Al igual que se especula con las acciones y con el mercado inmobiliario, se especula con los artículos de primera necesidad, entre los cuales están los alimentos. Por ejemplo, se compra por adelantado enormes cantidades de arroz especulando con que el precio subirá al cabo de algunos meses, lo que hace que efectivamente el precio del arroz suba. Los trabajadores de bajos ingresos de los países más pobres, que no pueden evitar comprar esos productos, sienten terriblemente los efectos de esta especulación. La crisis financiera de estos últimos meses se suma entonces a la disminución del poder adquisitivo que ya había tenido lugar en esos países.

¿Qué países se verán menos afectados por esta crisis?

Es curioso, pero se dice que los países menos mundializados son los que se podrán aislar mejor de la crisis. A comienzos de octubre, el FMI dio a conocer previsiones para 2009 donde se estudian países como la India y China, que exportan mucho pero que también se protegieron mucho. Ambos países siguen teniendo muchos controles sobre las importaciones, imponen muchas condiciones a los inversores extranjeros y tienen un estricto control y reglamentación de los mercados de capital. Se prevé que en la India el crecimiento pase del 8 por ciento de este año al 7 por ciento en 2009, una disminución que no tiene punto de comparación con la de los países industrializados, cuyo crecimiento podría ser negativo. China pasaría de 10 por ciento en 2008 a 9 por ciento en 2009. Por el momento, tampoco parecería verse muy afectado el índice de crecimiento de los países africanos (pero, por el contrario, los precios de los alimentos afectan a muchas poblaciones africanas, sobre todo las de bajos ingresos). La situación es distinta en los países que dependen mucho de los mercados del mundo industrializado. En el caso de México, por ejemplo, que desde 1994 tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos, se prevé un índice de crecimiento de 1,8 por ciento para 2009, cuando este año fue de 2,1 por ciento y de 3,2 por ciento en 2007.

Ahora bien, en general en los países en desarrollo el crecimiento demográfico es mayor, por lo que necesitan tener un crecimiento mayor aunque más no sea para mantener el nivel de ingresos por habitante y crear suficientes puestos de trabajo. Se calcula que en México, dar cabida a las personas que se incorporan al mercado laboral cuesta anualmente un 3 por ciento del crecimiento del PIB.

Se puede entonces prever que también en los países en desarrollo se produzcan pérdidas de puestos de trabajo y presiones para que bajen los costos salariales y los países más dependientes de los mercados de exportación del mundo industrializados son los que más sentirán los efectos de la crisis.

Se puede asimismo prever que en los países más pobres disminuyan los ingresos procedentes del turismo y de la cooperación al desarrollo …

En efecto. Oxfam ya informó que tres grandes países europeos (España, Francia e Italia) anunciaron que tienen la intención de congelar o reducir la ayuda al desarrollo. En los Estados Unidos también hablan de ello los candidatos para las elecciones presidenciales. Quizás otros países opten por esta vía. Y por supuesto, los países más pobres son los que sentirán los efectos, los que dependen de esa ayuda para emergencias, proyectos de infraestructura, desarrollo de sus sistemas de salud, etc.

Sin embargo, la cumbre del G8 que se llevó a cabo en 2005 en Gleneagles se había comprometido a duplicar la ayuda que se brinda a África antes de 2010…

Nosotros precisamente hemos resaltado que en diversos países no se estaban concretando esos compromisos. Ya antes de la crisis financiera era casi seguro que diversos países no cumplirían sus promesas. Y ahora algunos países anunciaron que reducirán esa ayuda.

Los efectos de la crisis se harán sentir mucho más debido a que en esos países en desarrollo no hay prácticamente seguridad social…

Efectivamente. La mayoría de los trabajadores y trabajadoras del mundo no tiene acceso a ninguna red de seguridad social. Éste es un gran reto del que es necesario recoger el guante. Inclusive en los países industrializados ha tenido lugar un debilitamiento de la protección social. Si el Banco Mundial hiciera bien su trabajo, ayudaría a los países en desarrollo a brindar protección social a las personas que no la tienen. Ésta es una de las prioridades por las que lucha la OIT, pero carece de los medios financieros necesarios para llevar a cabo grandes programas de seguridad social, mientras que el Banco Mundial sí dispone de esos medios. Sin embargo, muchas veces ha puesto más el acento en la privatización de los sistemas públicos existentes que en ampliar esos sistemas para incluir en ellos a los trabajadores y trabajadoras carentes de protección.

¿Se mandará a los trabajadores y trabajadoras migrantes de vuelta a sus países a raíz de la crisis?

Sí. Habrá menos empleos disponibles para los migrantes, lo que repercutirá directamente sobre los países de procedencia de migrantes, donde a veces comunidades enteras dependen del dinero que envían esos trabajadores. Se verán especialmente afectados países como México y Filipinas, gran parte de cuya mano de obra trabaja en el extranjero. Ése es uno de los motivos por los cuales, entre los países en desarrollo, México está entre los que tienen pronosticado el menor índice de crecimiento. Y en Filipinas, se pronostica para 2009 un crecimiento de 4 por ciento del PIB en 2009, aunque para la mayoría de los países en desarrollo de Asia el índice previsto es de 7 por ciento. En parte eso se debe en parte a que se prevé que disminuirán las remesas que envían los emigrantes.

¿Hay alguna posibilidad de que esta drástica crisis mundial ponga seriamente en tela de juicio el ultraliberalismo triunfante, como el de los economistas de la escuela de Chicago?

En lo concerniente a los grandes “pensadores”, los ideólogos del neoliberalismo (yo los considero más ideólogos que pensadores), no creo que abandonen su acostumbrado sonsonete. En cambio, considero que reviste mayor importancia lo que hagan quienes toman las decisiones, quienes definen y aplican las políticas. En este ámbito se anuncian cambios importantes. Por ejemplo, el G8 reconoció que es necesario revisar todo el sistema reglamentario, todo el sistema financiero internacional. Esto es algo nuevo. Lo mismo se escucha en el FMI que, sin embargo, casi siempre preconizaba la liberalización de los mercados, fueran cuales fueran las circunstancias, y que, de repente, reconoce que el sistema reglamentario era completamente deficiente. Dominique Strauss-Kahn, Director General del FMI, se pronuncia en este sentido desde comienzos del año. Si lleva esta lógica hasta sus últimas consecuencias, existirían posibilidades de revertir el curso del neoliberalismo que reina desde hace por lo menos un cuarto de siglo. Eso exigirá que participe el movimiento sindical internacional porque en este momento se consulta la manera de revisar la reglamentación prácticamente a las mismas personas responsables de que la economía mundial llegara a tener los problemas actuales, como la gente de Wall Street. Es necesario que el movimiento sindical y sus aliados ejerzan muchísima presión sobre las autoridades públicas a fin de que no se permita que los ideólogos de la desreglamentación definan la nueva arquitectura reglamentaria, cosa que sería insensata. Tenemos que insistir en ser parte de los debates, no solamente para definir el nuevo marco reglamentario del sistema financiero sino también para lograr que se revisen los sistemas fiscales y los programas sociales, para hacer frente al problema de las desigualdades existentes en nuestras sociedades.

¿Cómo conseguirán los sindicatos tener mayor influencia en esas grandes instituciones durante los próximos meses?

Si hay agrupaciones de la sociedad que alguna vez hicieron sonar la alarma sobre los peligros de la “financiarización”, ésas son las organizaciones sindicales, tanto nacionales como internacionales. Hace más de un año, la CSI publicó una excelente reseña abocada a ese tema. Además de señalar que había cada vez mayores problemas en la economía real, hablamos entonces del peligro que suponía dejar que se estancara el ingreso de los trabajadores y trabajadoras en países como los Estados Unidos y en muchos países en desarrollo, y también hicimos hincapié en la amenaza implícita en permitir que aumentaran las desigualdades. Ese modelo de crecimiento no podía perdurar.

Hace tiempo que venimos hablando de esos peligros. Ahora es importante dar a conocer las reivindicaciones bien precisas que formulamos. Es necesario utilizar todos los medios disponibles para conseguir que se les dé curso, tanto en el plano nacional como internacional. En primer lugar, es necesario elaborar un plan para salvar la economía internacional y los puestos de trabajo que de ella dependen. Luego habrá que instaurar un sistema adecuado de reglamentación que responda a la realidad del siglo XXI. No hay que limitarse a una propuesta a corto plazo destinada a salvar el sector financiero en quiebra sino que hace falta plantear un modelo de desarrollo que respete a los trabajadores y a todas las poblaciones de bajos ingresos, que brinde una protección social básica a todos y que permita que aumente el poder adquisitivo de la gente a medida que va creciendo la actividad económica.

Uno de los ejemplos de la liberalización a ultranza está dado por la revista Doing Business (Haciendo negocios) del Banco Mundial…

En Doing Business se promueve la completa desreglamentación de los mercados laborales, la eliminación de los salarios mínimos, de los procedimientos para cuestionar un despido, de los controles sobre la duración del trabajo... Esa publicación ya era inaceptable antes de la crisis. Es necesario señalar una contradicción que ahora es evidente: No se puede reconocer que la desreglamentación del mercado financiero puso a la economía mundial al borde del precipicio y, al mismo tiempo, continuar preconizando la desreglamentación de todos los demás mercados, como parece hacer el Presidente del Banco Mundial. Esta contradicción es muchísimo más flagrante e inaceptable para los trabajadores y trabajadoras, que son los primeros que sufren las repercusiones de esta desreglamentación.

En el FMI se están cuestionando ciertas cosas FMI pero ¿sucede lo mismo en el Banco Mundial?

En el plano de los Directores del Banco Mundial, es decir, quienes representan a los países en esa institución, sí. Dentro del Banco Mundial muchos funcionarios nos dicen que no comparten este enfoque de la desreglamentación a ultranza pero no lo dicen en público porque Doing Business es un documento oficial del Banco Mundial. Inclusive la Cámara de Representantes de los Estados Unidos adoptó en junio una resolución denunciando Doing Business por querer eliminar toda reglamentación laboral. No obstante, el actual Presidente del Banco Mundial parece hacer oídos sordos a todas las protestas.

¿Se impondrán las condiciones habituales a los nuevos préstamos del FMI?

El FMI acaba de anunciar un nuevo programa de préstamos para ciertos países que tienen dificultades y que quedarían exentos de la condicionalidad tradicional pero habrá que ver de qué manera lo aplica. Entre tanto, a los países que acaban de recibir préstamos de urgencia (Hungría, Islandia, Ucrania, etc.) se les aplican las condiciones tradicionales. Una de nuestras reivindicaciones es que se deje sin efecto la condicionalidad de esos préstamos: En primer lugar, para que se pueda acceder más rápidamente a los préstamos y, además, porque la historia ya demostró que las condiciones que impone el FMI muchas veces tuvieron repercusiones negativas. Por ejemplo, durante la crisis asiática, el FMI prestó dinero a países como Tailandia e Indonesia con la condición de que redujeran los gastos públicos, incluidos los gastos sociales, y como consecuencia de ello aumentó la pobreza. También le impuso a Indonesia la política de permitir que los bancos fueran a la quiebra. Todo eso no hizo sino prolongar la crisis en esos países. En los países ricos, actualmente se hace lo contrario: Gobiernos que en principio están a favor de la liberalización y de la privatización intervienen y nacionalizan una parte del activo de los bancos. Es necesario entonces rever esas condiciones que definieron los países ricos que controlan las instituciones financieras internacionales pero que, ante los mismos problemas, hacen lo contrario de las políticas que preconizan. Los países que recibirán ayuda del FMI tienen que poder aplicar los mismos tipos de medidas de salvamento, no deben verse obligados a reducir los gastos estatales en otros ámbitos ni a abandonar su sector bancario.

¿Esta crisis puede poner en peligro el desarrollo de los empleos “verdes”?

Si se procede a efectuar recortes por todas partes para equilibrar los presupuestos, sí, esos empleos correrán peligro. Por el contrario, si se desea salir reforzado a mediano plazo, es decididamente necesario mantener e inclusive acelerar los gastos del Estado en la economía verde. No se puede volver a economías que dependan tanto de las energías fósiles. A la larga es imperioso reconvertir la economía. El mejor período para hacerlo es aquel en el que se pueda combinar esta reconversión con una política que estimule la creación de empleos. Algunos países industrializados lo hicieron con cierto éxito en los años treinta. En los Estados Unidos, por ejemplo, la famosa política del New Deal construyó las infraestructuras que sentaron las bases de la economía moderna de post guerra. Los estadounidenses la aplicaron porque había mano de obra y materia prima disponible, que no se utilizaban debido a una crisis del sector financiero. Lo mismo sucede en este momento. Adoptemos juntos las políticas para acelerar las inversiones necesarias para construir la economía moderna del siglo XXI, para desarrollar la economía verde que tanto necesitamos. Al mismo tiempo, esas políticas permitirán contrarrestar la inmediata repercusión de la crisis mediante la creación directa de puestos de trabajo.

Entrevista realizada por Samuel Grumiau