Primer plano de Jan Sithole (SFTU, Swazilandia)

“La ley, según está ahora, tiene por principal objetivo acallar las voces de los disidentes”

Jan Sithole fue detenido dos veces el año pasado por las autoridades suazis, que siguen reprimiendo al movimiento prodemocrático en un país donde el poder está en manos del rey y los miembros de su gobierno cuidadosamente seleccionados. A pesar de las tentativas de intimidación, Sithole y la Swaziland Federation of Trade Unions (Federación de Sindicatos de Swazilandia) mantienen sus esfuerzos por defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras y aportar un cambio político en este país afectado por una pobreza extrema y arrasado por la epidemia del sida.

¿A qué problemas se enfrenta hoy día el movimiento de los trabajadores y las demás fuerzas prodemocráticas de Swazilandia?

El país se encuentra en una situación de extrema pobreza. Las cifras lo demuestran: el 70 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza (situado en US$ 2 por día), y cerca del 33 por ciento de la población vive gracias a la ayuda alimentaria. Determinadas estadísticas, confirmadas por datos del FMI, demuestran que el 20 por ciento de la población posee el 60 por ciento de los ingresos, es decir que hay una distribución desigual de la riqueza. Los ricos se vuelven cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. El FMI nos indica también que, según el PIB que producimos, deberíamos ser un país de renta media. Si la riqueza que producimos se repartiera equitativamente, no deberíamos experimentar esta pobreza. Se debe únicamente a la mala distribución de la riqueza. Se debe a la corrupción, sobre la cual no hay ningún control porque no hay comprobaciones ni moderación en nuestro sistema de gobierno. Los partidos políticos están prohibidos y el estado de emergencia en el que vive actualmente el país fue declarado hace más de 35 años.

¿La introducción de la Constitución en 2005 ha aportado mejoras?

Por desgracia, la Constitución, reclamada en un principio por los sindicatos, no fue elaborada para permitir la participación de los partidos políticos en las cuestiones de gobernanza. Seguimos por tanto viviendo en un sistema feudal con una de las últimas monarquías absolutas del mundo. El régimen es dictatorial y el país está dirigido con una intolerancia total respecto a los disidentes, por lo que, aunque creamos tener una Constitución que pudiera empezar a abrir las puertas a una Carta de derechos fundamentales, el gobierno se ha aprovechado de la situación del terrorismo en el mundo para promulgar una ley antiterrorista que no tiene nada que ver con el terrorismo. Esta ley, según está ahora, tiene por principal objetivo acallar a los disidentes y a los que critican el sistema de gobernanza establecido a presente.

¿Cómo espera el movimiento prodemocrático transmitir a las autoridades su programa de reformas?

Seguimos exigiendo el diálogo social implicándonos en actividades de protesta. También hemos hecho un llamamiento al gobierno para que garantice que no se den extravagancias y que haya disciplina presupuestaria por su parte, en lo que concierne a los fondos públicos que son malversados en la institución de la monarquía. Por ejemplo, el año pasado llevamos a cabo una acción de protesta con ocasión de la doble celebración, los “40/40” – o sea los 40 años del rey y el 40º aniversario de la independencia – donde, para nada más que dos días de celebraciones, se gastaron más de 120 millones de rands. Previamente habían alquilado un avión para llevar a las esposas del rey a Tailandia y Dubai exclusivamente para que fueran de compras. Compraron 40 coches y motos de escolta sólo para la celebración de ese día. Después, algunos de los coches fueron regalados a esposas de príncipes y a algunas de las esposas del rey. De hecho, Swazilandia es una de las últimas monarquías absolutas. Es una dictadura. Es un país que ha prohibido los partidos políticos y que, deliberadamente, no quiere que haya ningún control ni equilibrio alguno; la cultura y las tradiciones politizadas existentes permiten mantener y apoyar el sistema feudal establecido a presente.

¿Swazilandia se ve afectada por el desacelere económico mundial?

Nos enfrentamos también a ese desafío en la medida en que nuestra economía está basada principalmente en la agricultura, y centrada en las exportaciones. Exportamos a los mercados europeos, principalmente azúcar, y a los mercados americano y asiático. Contrariamente a lo que dicen los gobiernos africanos, ya hemos empezado a sentir la presión de la actual crisis financiera mundial. Según ellos, los sistemas bancarios han sido prudentes y África no está por tanto tan expuesta a estos desafíos como lo están los países de Europa o América, En verdad – debido a que nuestros mercados de exportación se encuentran precisamente en esos países y que los bancos refunfuñan ahora a la hora de prestar dinero – la austeridad es global, lo cual ha provocado una reducción en la demanda de productos que fabricamos, que requiere, por tanto, una reducción de la mano de obra y despidos en la mayoría de nuestras industrias. En algunas se podrían dar incluso bloqueos salariales o despidos masivos.

Actualmente, tres de nuestras industrias textiles han cerrado, con la esperanza de que en un mes o dos el mercado europeo vuelva a tener liquidez para relanzar la demanda y permitir a las industrias volver a contratar a los mismos trabajadores y trabajadoras.

El año pasado hubo una huelga masiva entre los trabajadores del sector textil, principalmente de mujeres. ¿Qué pasó?

Se llevó a cabo una gran huelga en el sector textil, apoyada por todos los trabajadores y trabajadoras, convocada para lograr mejoras en las condiciones de trabajo y los salarios de todos los trabajadores porque, durante demasiado tiempo, los incrementos salariales han estado muy por debajo del nivel de la inflación. Habían solicitado las autorizaciones para organizar una huelga general y la huelga se autorizó, pero por el hecho de que las industrias chinas, en particular las industrias textiles, disfrutan de inmunidad política y están protegidas en el país, el gobierno envió nada menos que el ejército para presionar a las mujeres para que retomaran su trabajo. Ellas se negaron a hacerlo a menos que obtuvieran respuestas y que sus demandas fueran satisfechas, y en consecuencia muchas resultaron heridas con balas de caucho, gases lacrimógenos y golpes de porra – todo ello sin haber ofendido a nadie, simplemente por reclamar un salario decente.

Algunas mujeres resultaron heridas y no hubo reparación alguna. La policía lo niega todo y acusa a las mujeres de violencia durante las manifestaciones cuando, en realidad, no hay ningún hecho que lo demuestre. Estamos hablando de decenas de miles de mujeres que hacían huelga pacífica, así que si hubiera habido algún peligro, se habría visto.

¿Puede hablarnos del impacto de la epidemia del sida en Swazilandia?

Somos por desgracia los campeones del mundo en términos de preponderancia de la contaminación por el VIH. En una población de cerca de un millón de personas tenemos alrededor de 200.000 huérfanos a causa del sida y el número de familias en las que el jefe es un niño va en aumento cada día. Somos un país que se beneficia de los Fondos Globales a este respecto pero, por desgracia, según lo que vemos del presupuesto, el gobierno no considera el VIH/SIDA como una prioridad porque el presupuesto designado a la lucha contra el VIH y el sida es inferior a todas las demás cosas que considera prioritarias. De hecho, el presupuesto atribuido a la sanidad y a la agricultura es bastante inferior al atribuido al ejército y las fuerzas armadas cuando en realidad nos encontramos en una situación en la que no tenemos que enfrentarnos a ninguna guerra y que ninguno de nuestros vecinos nos amenaza. Es el presupuesto típico de la mayoría de las dictaduras porque, para mantenerse, tienen que tener mano de hierro.

¿Frente a la informalidad del gobierno, qué hacen los sindicatos para luchar contra el sida?

El movimiento obrero no se beneficia del acceso al dinero que los Fondos Globales ponen a disposición para ayudar a los pueblos a informarse sobre el sida y a saber cómo beneficiarse de los consejos benévolos y de las pruebas médicas, para conocer en qué estado se encuentran y poder responder en consecuencia. El organismo responsable de la distribución de esos fondos los asigna únicamente a las organizaciones de los empleadores y a determinadas ONG, pero no al movimiento de los trabajadores y trabajadoras.

Nosotros actuamos a nivel de los lugares de trabajo, donde hemos podido establecer un modelo de convenio colectivo sobre el VIH y el sida para proteger de las discriminaciones y el menosprecio en el trabajo y poder llevar los litigios ante los tribunales. Cuando el gobierno fue invitado a reformular nuestras leyes para que tengan en cuenta el VIH/SIDA, éste se contentó con promulgar un código de buenas prácticas, no ejecutorio de cara a la Ley. Incluso en las empresas que han adoptado el código de buenas prácticas con relación al VIH y el sida, esas buenas prácticas no son ejecutorias. Creemos que la mejor herramienta que podemos utilizar es traducir estas políticas en convenios colectivos.

¿Eso ha dado frutos en la práctica?

Contamos en estos momentos con más de seis sectores industriales que han aceptado adoptar este modelo de convenio colectivo sobre el VIH/SIDA, lo que nos permite abordar a los empleadores sobre este tema de manera continuada. Frente a la amplitud del desastre ¡no podemos esperar otro año más para discutir la mejor manera de tratar la epidemia!

¿Cómo trabajan los sindicatos con otros actores para promover el cambio democrático?

En 2002, cuando el actual Primer Ministro estaba ya a la cabeza del gobierno, más de 200 personas fueron expulsadas de una comunidad para instalar a la fuerza a un príncipe en lugar de dos jefes locales. Frente a semejante violación de los derechos humanos de los miembros de esas comunidades, no podíamos, en tanto que movimiento obrero, quedarnos de brazos cruzados. Nos teníamos que implicar para ayudar a esas personas marginadas y perseguidas.

Sindicatos, empleadores, iglesias, abogados especializados en los derechos humanos, y grupos de mujeres crearon una organización denominada Swaziland Coalition of Concerned Civil Organizations, cuyo objetivo es luchar contra la violación del Estado de derecho por parte del gobierno y contra la indisciplina presupuestaria concerniente a los fondos públicos. En ese momento, el gobierno había decidido comprar un avión privado al rey, a pesar de la pobreza en la que vivimos. Pensamos entonces que era hora de ponerse en pie por la justicia en la cual creemos. Queríamos luchar contra la corrupción que se practica abiertamente. Hicimos también un llamamiento a un recurso constitucional global, dirigido al respeto de las leyes y, por supuesto, la lucha contra el VIH/SIDA.

También somos miembro fundador del Swaziland United Democratic Front (Frente Unido Democrático de Swazilandia), cuyo objetivo es reclamar una democracia pluralista en el país, que esté apoyada por una Constitución proveniente del pueblo (no una Constitución elaborada por la camarilla real) y solicitar un diálogo político serio. Los miembros tienen por objetivo una Swazilandia pluralista a través de un reglamento negociado. Creen que los partidos políticos pueden coexistir con la monarquía siempre y cuando la monarquía sea constitucional, es decir que no esté por encima de la ley ni tenga un jefe de Estado simbólico. Piensan que el rey debería reinar y no gobernar y que el partido mayoritario debería formar un gobierno para dirigir el país.

Entrevista realizada por Paul Ames (Manzini, marzo de 2009)



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