Vanguard Group reivindica su neutralidad en los asuntos políticos, pero lo cierto es que es la principal fuente de financiación de algunas de las empresas más antidemocráticas del mundo.
Los holdings de Vanguard –que, junto a BlackRock, Fidelity y State Street, es uno de los “cuatro grandes” inversores institucionales del mundo– lo sitúan “en una posición de poder extrema” en muchas de las empresas que financia, y lo convierten en “la voz que más importa entre los inversores”. Esta concentración de poder preocupaba incluso al difunto fundador de Vanguard, John Bogle, quien en 2018 escribió: “Si las tendencias históricas continúan, un puñado de gigantescos inversores institucionales dispondrán algún día del control de voto de prácticamente todas las grandes corporaciones estadounidenses”.
Entre los casi 9,3 billones USD de activos que gestiona Vanguard, hay miles de millones de acciones procedentes de los planes de pensiones de trabajadores, que la empresa utiliza para proporcionar capital a miles de empresas que hacen negocios con todas las industrias y países del mundo. Entre aquellas en las que se sitúa como el principal accionista figuran cinco empresas de nuestra lista: Amazon, Blackstone, ExxonMobil, Meta y Tesla. Vanguard es asimismo uno de los principales accionistas de empresas de plataformas de precariedad como Uber, Delivery Hero, Lyft y Gojek, todas ellas importantes agentes en la industria, todavía emergente, basada en la negación del trabajo decente. De hecho, utiliza los salarios diferidos de los trabajadores para prestar capital a las mismísimas empresas cómplices de socavar la democracia en el trabajo y en las sociedades a escala mundial.
Los sindicalistas se han enfrentado directamente a la empresa, por ejemplo, mediante las acciones emprendidas por los trabajadores de minas de carbón que formaron piquetes en la sede de Vanguard durante una histórica huelga de 23 meses que tuvo lugar en 2022. Los activistas también denunciaron a Vanguard por tener acciones en empresas de gas y petróleo que proporcionan “ingresos enormes a la ilegal junta militar” de Myanmar. La empresa es también accionista nominal de fabricantes de armas que, según las Naciones Unidas, “corren el riesgo de ser cómplices de graves violaciones de los derechos humanos internacionales y del derecho internacional humanitario” al seguir vendiendo armas al Estado de Israel.
A pesar de disponer de miles de millones de dólares del dinero de los trabajadores, Vanguard abandonó recientemente uno de sus compromisos más públicos con la gobernanza medioambiental y social. Tras haber suscrito la iniciativa Net Zero Asset Managers en 2021, en 2022 la abandonó, cediendo a la presión de sus amigos de extrema derecha y provocando una violenta reacción por parte de más de 1.000 de sus clientes, ellos sí, respetuosos con el clima.
Al igual que sus homólogos, Vanguard permite que “la dirección corporativa gaste el capital confiado por los inversionistas-trabajadores para fines políticos sin restricciones”, al tiempo que no presenta “casi ninguna propuesta para obligar a las corporaciones a revelar sus gastos con fines políticos”. En junio emitió un voto accionarial crucial en Tesla a favor de la aprobación de un indignante paquete salarial de 56.000 millones USD para Elon Musk, uno de los directores ejecutivos antidemocráticos más destacados del planeta. Por si fuera poco, Vanguard utiliza fondos opacos asesorados por donantes para permitir a los inversores canalizar financiación a organizaciones antidemocráticas de extrema derecha que promueven la islamofobia, la intolerancia hacia los trabajadores LGBTQ+, la supremacía blanca, etc.