Primer plano de Roman Kravchyk (FPU-Ucrania)

Hay que detener el éxodo y regularizar la situación de las personas para protegerlas mejor a su llegada a destino.

"Hay que detener el éxodo y regularizar la situación de las personas para protegerlas mejor a su llegada a destino."

Entre tres y siete millones de ucranios y ucranias viven en el extranjero. Esta falta de precisión estadística es elocuente con respecto al carácter fundamentalmente irregular de la emigración de ese país. Roman Kracvhyk, del departamento internacional de la Federación de Sindicatos de Ucrania (FPU), apoyándose en un ejemplo de buena práctica, hace hincapié en la necesidad de que haya una mayor cooperación entre los sindicatos de los países de procedencia de la mano de obra y los países receptores de la misma.

La problemática de la emigración ocupa el centro de las preocupaciones de su organización. El pasado mes de noviembre, durante el congreso fundador de la CSI, el discurso de su Presidente giró en torno a lo que implica esta emigración. ¿Qué dimensión tiene la misma?

Nuestro Ministerio de Trabajo habla de tres millones de ucranios y ucranias que trabajan en el extranjero. No obstante, otras estadísticas, que datan de hace un par de años, indican que los mismos serían casi siete millones. Esas cifras provienen del informe de un defensor del pueblo, cargo creado por la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento. Lo cierto es que solamente poquísimos de esos emigrantes ucranios están en situación regular en sus países de destino

¿A qué problemas hace referencia su organización?

En primer lugar, el marco legal no es suficiente. Existen leyes que se supone deben facilitar los trámites para que los ciudadanos puedan trabajar en el extranjero pero dichas leyes no son adecuadas y carecen por completo de eficacia. Un ejemplo: hay una ley sobre la creación y el funcionamiento de las agencias de empleo destinadas a regular la emigración pero se estima que solamente el dos por ciento de las personas que se van del país pasan por esas estructuras oficiales, terriblemente oscuras y burocráticas. No es casualidad que las personas prefieran seguir pagando intermediarios, que resultan mucho más eficaces a pesar de que lo que hacen sea ilegal. Además, Ucrania no ha ratificado ninguno de los Convenios n° 97 y 143 de la OIT sobre los trabajadores migrantes. ¿Cómo podemos reclamar a los países extranjeros que respeten los derechos de nuestros nacionales que viven y trabajan en sus territorios si ni siquiera somos signatarios de los dos principales instrumentos legales sobre esa cuestión? En el seno de nuestra organización tenemos especialistas que trabajan en la problemática de las migraciones. Esta cuestión ha pasado realmente a convertirse en una prioridad hace cuatro o cinco años. Basándose en los informes de dichos expertos, nuestro último presidium, que es el órgano ejecutivo de la organización, decidió el pasado mes de septiembre reforzar la actividad. Estamos decididos a ejercer el máximo de presión sobre las autoridades para que éstas ratifiquen ambos convenios lo más pronto posible. Queremos que se incluya a los sindicatos en los procesos de elaboración de políticas eficaces para regular las corrientes migratorias y en las negociaciones que se llevan a cabo con los principales países de acogida. Existe una decena de acuerdos bilaterales. Nuestra participación garantizaría que se tomaran mucho más en cuenta los aspectos sociales. Queremos intensificar nuestras relaciones con los sindicatos de los países receptores de nuestra mano de obra. Es una estrategia rentable. Las buenas relaciones que mantenemos con los sindicatos portugueses nos permitieron inmiscuirnos en las discusiones bilaterales entre ambos países. El Ministro de Relaciones Exteriores de Portugal nos escuchó, lo que no es poca cosa. En este tipo de negociaciones, nuestra absoluta prioridad consiste en promover los derechos de nuestros nacionales. También enfatizamos los programas destinados a regularizar su situación, a posibilitar la reagrupación familiar y la homologación de los diplomas. Queremos asimismo establecer una mayor cooperación con la CSI, con el movimiento sindical internacional y con las ONG que ayudan a los migrantes.

¿Organizaciones como La Strada?

Sí. Desde hace varios años esta ONG hace una destacada labor ayudando a las víctimas de trata de seres humanos. Las corrientes migratorias dan lugar a que se cometa todo tipo de violaciones de los derechos humanos pero ése es uno de los aspectos más indignantes de esta problemática. A pesar de las campañas nacionales destinadas a hacer tomar conciencia de los peligros, muchas mujeres siguen dejándose convencer por intermediarios que les mienten ofreciéndoles empleos respetables en Occidente. Pero una vez atravesada la frontera, quedan atrapadas en redes mafiosas, se les saca su documentación, se las priva de libertad, se las convierte en esclavas y se las obliga a trabajar como prostitutas. La gravedad de ese flagelo volvió a resaltar al comenzar el conflicto entre Israel y el Líbano, cuando varios miles de jóvenes ucranias tuvieron que ser evacuadas del Líbano. Nadie sabe, ni siquiera ellas, cómo llegaron al Líbano. Queremos participar en la lucha contra esta trata pero reconocemos que para nosotros es algo totalmente nuevo. En lo concerniente a La Strada, por ejemplo, procuramos encontrarnos con la mayor frecuencia posible e invitamos a sus militantes a asistir a nuestros seminarios sobre cuestiones de género. Pero esperemos que esto sea tan sólo el comienzo.

En lo referente a la cooperación sindical internacional, ustedes tienen un ejemplo de buena práctica para comunicarnos...

Sí. Se trata de un acuerdo de cooperación que se firmó en mayo pasado entre una de nuestras organizaciones afiliadas –el Sindicato de Trabajadores Agroindustriales de Ucrania (AWUU)- y la Federación Unificada de Trabajadores de Dinamarca (3F). Todo comenzó con un caso concreto del que se nos informó y que data de hace algunos años: a dos estudiantes ucranios del sector agrícola se les pagaba menos de lo que correspondía. La organización 3F llevó su caso ante los tribunales y los dos estudiantes lo ganaron. El empleador tuvo que pagarles lo que les debía según las normas salariales vigentes en Dinamarca. Conscientes de que no era un caso único, ambas organizaciones decidieron establecer una relación de colaboración. Se hizo un folleto en tres idiomas (ucranio, ruso e inglés). Dicho folleto está destinado a los estudiantes ucranios del ámbito de la agricultura. Como en Dinamarca hay posibilidades de hacer pasantías, les explicamos en el mismo cuáles son sus derechos y sus deberes. Esta iniciativa se inscribe también dentro del marco de una estrategia de sindicalización. Cuando son miembros del Sindicato de Trabajadores Agroindustriales de Ucrania, los jóvenes que van a trabajar a Dinamarca pasan automáticamente a ser miembros del sindicato 3F durante sus pasantías. Tienen las mismas ventajas y gozan de las mismas protecciones en lo referente a salarios, horarios, condiciones de trabajo y seguridad social (enfermedad, embarazo, etc.) que los trabajadores daneses. En el folleto figuran asimismo todos los datos de las personas con las que pueden ponerse en contacto en caso de que se violen sus derechos laborales. Evidentemente, éste es un acuerdo muy destacable y quisiéramos hacer otros similares con sindicatos de otros países. A propósito de esto, hay un proyecto con un sindicato italiano (la CISL) en el cual se contempla crear oficinas regionales donde los emigrantes podrían recabar información sobre las posibilidades de trabajo existentes en Italia y sobre sus derechos y obligaciones. No serían agencias de contratación pero la experiencia sindical posibilitaría principalmente reconocer las posibilidades de trabajo decente.

Fuera de estas interesantes iniciativas, ¿cuál es el pedido más global que ustedes le hacen a los sindicatos de los países receptores de su mano de obra?

Les pedimos que ejerzan presión sobre sus gobiernos para que éstos regularicen la situación de los inmigrantes. La inmensa mayoría de los trabajadores ucranios que residen y trabajan en esos países no tiene ninguna posición legal. Carecen de visa, de permisos de trabajo, de contratos y están entonces a merced de los peores empleadores. Las tareas que realizan los exponen a un mayor riesgo de sufrir accidentes de trabajo que a los trabajadores regulares. Consideramos que esto reviste carácter de urgencia. La sociedad toda saca provecho de su presencia. Están en el lugar, trabajan, son útiles. ¿Por qué no regularizar entonces su situación en bien de todo el mundo? Pero la raíz del problema, el hecho con el que luchamos cotidianamente, es el nivel de vida existente en Ucrania. Para detener la emigración, la solución no está en reforzar aún más las fronteras sino en crear empleos decentes en los países de procedencia de la mano de obra. Hace dos años, nuestro nuevo Presidente se comprometió a hacer todo lo que estuviera a su alcance para crear un millón de empleos por año a fin de poner coto a la emigración. Está muy lejos de haberlo hecho y el éxodo continúa.

¿Se puede seguir hablando de fuga de cerebros?
Esa expresión ya no es realmente adecuada. Preferimos hablar de “pérdida de cerebros”. Cuando nuestros profesionales se van, muchas veces la única alternativa que tendrían sería aceptar trabajos no calificados. En Rusia y en los países de la Unión Europea, trabajan como obreros en la construcción, como empleados domésticos, etc. Es una pérdida para toda la sociedad, un desperdicio de recursos. Es un círculo vicioso. Durante los primeros años de nuestra independencia, nuestro sistema educativo todavía tenía buena reputación pero, poco a poco, nuestros profesores universitarios y nuestros investigadores se fueron a trabajar al extranjero debido al bajo nivel de los salarios. De allí que descendiera el nivel de los estudios. También se deben efectuar reformas para ponernos a la par del proceso de Bolonia (1). Pero hace falta además que los salarios vuelvan a subir. De lo contrario, los jóvenes continuarán optando por otros planes de carrera laboral más gratificantes. Hoy en día, el salario medio en Ucrania es de unos US$200. Pero en el caso del personal docente y médico, especialmente en las zonas rurales, el salario no supera los US$75. Por eso en nuestro país tenemos un déficit de docentes y de médicos.

Ucrania es también un país de tránsito de mano de obra. ¿No se ve debido a ello confrontada a brotes xenófobos?

Es verdad que por nuestro país pasa una gran corriente de emigrantes que van del Este hacia el Oeste. Por razones económicas o políticas, numerosas personas procedentes de países asiáticos transitan hacia Europa occidental. Todos sabemos que las condiciones en las cuales se llevan a cabo esos viajes a menudo son apocalípticas. “Pasadores” sin escrúpulos los apiñan de a veinte o treinta en vehículos como si fueran ganado. Muchos de esos emigrantes sueñan con una vida mejor pero sus ilusiones se desmoronan en las fronteras orientales de la Unión Europea, es decir, en nuestras fronteras occidentales. Desde la independencia, en 1991, fueron rechazados alrededor de cien mil emigrantes ilegales. Una parte de ellos vive en Ucrania. Muchas veces trabajan en los mercados, formando redes, sin mezclarse con el resto de la población. A nuestras universidades asisten estudiantes extranjeros procedentes de Irán y de los países árabes. Al terminar sus estudios, algunos deciden quedarse en Ucrania. También es necesario restar importancia a las corrientes migratorias que toman Ucrania como destino. Se estima que el país recibe anualmente unos treinta mil inmigrantes, en su mayoría moldovos que vienen a trabajar en la agricultura. En realidad, la población de Ucrania ha permanecido relativamente homogénea. Me parece que el racismo y la xenofobia siguen todavía estando relativamente poco difundidos. No obstante, cuando reclamamos a nuestras autoridades que ratifiquen ambos convenios de la OIT, lo hacemos porque estimamos que también Ucrania debe garantizar mejor los derechos de los inmigrantes. Finalmente, hemos decidido incluir una cláusula específica en los convenios colectivos para obligar a los empleadores a garantizar la igualdad de derechos entre los trabajadores ucranios y los trabajadores extranjeros.

Entrevista realizada por Jacky Delorme

(1) El proceso de Bolonia apunta a construir un espacio europeo de enseñanza superior desde ahora hasta 2010.