Los sindicatos de los balcanes se enfrentan al reto de una transición justa

Del 5 al 7 de julio, los representantes de una veintena de sindicatos de varios países
balcánicos se reunieron en Sofia, en la sede de la Confederation of Independent Trade Unions of Bulgaria (KNSB/CITUB), para discutir sobre los retos de una transición justa para los trabajadores de la región.

¿Cómo evitar que la transición energética europea se lleve a cabo a costa de los trabajadores, como sucedió en anteriores transiciones económicas que tuvieron lugar en los antiguos países socialistas del sudeste de Europa? Este es básicamente el principal reto al que se enfrentan las sociedades balcánicas. Gracias a la iniciativa del Centro de Transición Justa y al apoyo de la Confédération des syndicats chrétiens (CSC) de Bélgica, los representantes de varios sindicatos de la región pudieron exponer por primera vez sus inquietudes y compartir sus experiencias de cara a las futuras consecuencias del Pacto Verde Europeo, que prevé, entre otras cosas, la eliminación de las emisiones netas de gases de efecto invernadero de aquí a 2050.

Bulgaria, Rumanía, Serbia, Macedonia del Norte y Montenegro: aunque la situación de estos países varía considerablemente desde el punto de vista geopolítico o demográfico, todos tienen que enfrentarse a los mismos retos que la descarbonización de las economías supone para el mundo del trabajo. Al igual que algunos de sus homólogos del continente, los países balcánicos siguen dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles y, ya sea con predominio del carbón, el petróleo o el gas, su sector energético sigue siendo un pilar de las economías locales y un importante proveedor de empleo directo e indirecto. Estos puestos de trabajo se ven ahora comprometidos por la “transición verde” auspiciada y orquestada en particular por la Comisión Europea. Como resumió un sindicalista rumano: “Este seminario es muy interesante, porque nos encontramos todos en la misma situación”.

Tanto si su país es miembro de la UE como si lleva mucho tiempo implicado en el proceso de adhesión, los representantes sindicales de los Balcanes comparten sobre todo la sensación de verse apartados de decisiones que les conciernen a la hora de llevar a cabo la transición energética, una falta de colaboración que lamentan tanto a escala nacional como europea.

En este contexto, el seminario de Sofia trata de abrir un espacio de confianza para que las organizaciones sindicales puedan dialogar y aunar fuerzas, de modo que los responsables de las decisiones de Bruselas, así como los de la región, tengan más en cuenta el destino de los miles de trabajadores y trabajadoras de la región. Porque la transición energética ya está en marcha: Bulgaria, país anfitrión del seminario, acaba por ejemplo de acogerse a un plan dotado de 6.300 millones de euros, validado en abril por la Comisión Europea, que debería transformar radicalmente el sector energético local. El país se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de su sector eléctrico en un 40% de aquí a 2025, es decir, en tres años escasos. A escala global, todas las centrales eléctricas de carbón de la región, que suelen ser bastante antiguas, podrían cerrar sus puertas en un futuro próximo.

Hay que decir que, cada invierno, los habitantes de las grandes ciudades balcánicas sufren unos niveles de contaminación récord vinculados sobre todo a su dependencia del carbón. Aunque las causas de los diversos tipos de contaminación ambiental así como la emergencia climática son temas que por lo visto ya no se debaten, los representantes sindicales presentes en Sofia se muestran escépticos ante una transición a marchas forzadas que, según ellos, no favorecerá una “transición justa”. “Nos hemos dado cuenta de que no existe alternativa a estos cambios”, admite Plamen Dimitrov, presidente de la Confederation of Independent Trade Unions of Bulgaria (CITUB), “pero tenemos que asegurarnos de que todos los fondos y los diferentes programas de inversión europeos beneficien realmente a las personas que corren el riesgo de perder su empleo. Por nuestra parte, en tanto que organización sindical, estamos preparados para esta transición. Pero es preciso que todo esto aporte cambios positivos para los trabajadores, puesto que ya hemos vivido malas transiciones en el pasado y queremos algo diferente”.

En muchos países del sureste europeo la transición a la economía de mercado que se inició a principio de los años 90 ha dejado un doloroso recuerdo. Además de interminable, se convirtió para muchos en sinónimo de privatización, de pérdida de puestos de trabajo, de destrucción de herramientas de producción, de explosión de las desigualdades sociales y de reducción de los derechos sociales. “Cada año hay nuevas estrategias y nuevas medidas… De hecho solo hemos conocido un estado desde hace 30 años: el de la transición”, afirma con ironía Blagoja Ralpovski, presidente de la Confederación de Sindicatos Libres de Macedonia del Norte (KSS, por sus siglas en macedonio). “Si nuestros dirigentes continúan con estas políticas, de aquí a 10 años no tendremos ningún problema de contaminación porque probablemente ya no tendremos industria…”.

En este contexto, esta nueva transición es percibida a menudo con desconfianza por los ciudadanos de los Balcanes, que no quieren que su medio ambiente y su salud sean las víctimas colaterales de la descarbonización de las sociedades europeas occidentales. Por ejemplo, el representante del sindicato independiente Nezavisnost recordó que el proyecto de la mina de litio del gigante minero Rio Tinto (actualmente suspendido) para suministrar baterías eléctricas al mercado automovilístico alemán, desencadenó el invierno pasado las mayores manifestaciones medioambientales de la historia de Serbia. Detrás de la conversión a las nuevas tecnologías promovidas por sus gobernantes, muchos sindicalistas temen que este capitalismo verde sea la estocada final a un sector industrial local ya muy castigado por tres décadas de neoliberalismo.

El seminario de Sofia brindó a varios sindicalistas búlgaros la oportunidad de expresar su descontento y sus quejas a uno de los actores de esta liberalización: la Comisión Europea. Un representante de la CE, presente en línea durante la conferencia, fue interrogado sobre el hecho de que ciertos documentos de referencia, únicamente disponibles en inglés en la página web de la Comisión, no se hayan traducido a las 24 lenguas oficiales de la UE. Y mientras la guerra de Ucrania trastoca los programas políticos, un sindicalista del sector minero señala las contradicciones y las supuestas desigualdades de trato entre los Estados miembros. “¿Por qué tendríamos que cerrar nuestras centrales de carbón aquí en Bulgaria cuando Alemania está reabriendo las suyas?”, plantea con indignación. La actual crisis energética, hilo conductor del seminario, plantea numerosas incertidumbres sobre la naturaleza y la aplicación de las diferentes políticas de transición.

De Belgrado a Bucarest, los representantes sindicales también hicieron hincapié en la necesidad de crear puestos de trabajo gratificantes, bien remunerados y seguros, que favorezcan la permanencia de los trabajadores en sus respectivas regiones. Los Balcanes llevan muchos años sufriendo una verdadera crisis demográfica fruto de un elevado nivel de emigración que está dejando a la región sin mano de obra. Rechazando los salarios más bajos del continente y unas condiciones de trabajo especialmente precarias, los jóvenes abandonan la región para probar suerte en el mercado laboral de Europa Occidental, con Alemania y el Reino Unido a la cabeza. En casi 30 años, Bulgaria, miembro de la UE desde 2007, ha perdido más del 20% de su población, pasando de 9 millones de habitantes en 1991 a menos de 7 millones en la actualidad.

El apoyo que la Confédération des syndicats chrétiens (CSC) ha brindado a este seminario inédito tiene por objetivo evitar que se repitan los errores del pasado, ofreciendo apoyo a los sindicatos de la región. La organización belga se declara dispuesta a actuar como facilitadora para futuras acciones en la perspectiva de una transición justa. “Como movimiento sindical europeo, no estamos dispuestos a que se repita lo que ocurrió a finales del siglo pasado, cuando la industria se redujo a la mínima expresión y se sacrificó a toda una generación que nunca encontró trabajo en el sector de los servicios”, explica Marie-Hélène Ska, secretaria general de la CSC. “Transición justa significa puestos de trabajo donde se encuentran las personas, no empleos deslocalizados en cualquier lugar. Y eso significa perspectivas concretas, prácticas y reales para los trabajadores”.

Perspectivas concretas que los sindicatos de los Balcanes se esfuerzan de momento por contemplar. Tras esta primera sesión de trabajo, la Confederación Sindical Internacional ha propuesto a los sindicatos de la región proseguir con el debate en una próxima reunión.