Entrevista en primer plano a Soe, Saing y Tin, pescadores migrantes birmanos (Birmania/Indonesia)

"Pescadores migrantes birmanos abandonados o prófugos"

Según fuentes sindicales, entre 700 y 1.200 pescadores migrantes birmanos se han dado a la fuga en la remota isla indonesa de Tual, unos 3.000 kilómetros al este de la capital, Jakarta. Reclutados ilegalmente por la flotilla de pesca tailandesa – al igual de otras decenas de miles de birmanos indocumentados que trabajan en la industria pesquera tailandesa – estos hombres han escapado de posibles asesinatos en alta mar y condiciones de trabajo inhumanas, abandonando el barco en Tual. Abandonados, prácticamente olvidados, muchos de ellos sobreviven recogiendo frutos en la zona selvática del interior de la isla y gracias a cultivos improvisados.
Soe Min, 33 años, procedente de Mandalay (centro de Birmania) está ahora casado con Popi, natural de la isla de Tual ; Saing Winna, 45 años, de la etnia Chin, vive solo en la selva; mientras que Tin Naing, 34 años, es natural de la capital birmana, Rangoon.

¿Pueden describir la situación general de sus compañeros pescadores birmanos en Tual?

Soe Min: Los birmanos tienen problemas aquí. No son pequeños, sino grandes problemas. Incluso hoy en día, mucha gente atraviesa dificultades. Añoran Birmania y pasan muchos apuros. Yo he visto a algunos desmoronarse, ríen y lloran delante de uno. Así es como se sienten. Lo único que puedo hacer es intentar consolarlos.

Saing Winna: Nos quedamos aquí porque no tenemos otra opción. No queremos permanecer en un país extranjero. Todos quieren volver a casa.

Tin Naing: Intento guardar la calma y tener paciencia por estas tierras porque, aquí, no tengo derecho alguno. Si, por ejemplo, tengo cigarrillos y alguien de la isla me pide uno, tengo que dárselo, porque él está en su país. Resulta muy degradante.

¿Cómo consiguieron sobrevivir al llegar aquí, después de abandonar el barco?

Soe Min: Al principio, ni siquiera hablaba su idioma, apenas conocía unas cuantas palabras para poder pedir comida o preguntar una dirección. Mientras tuvimos empleos y dinero, la población local nos cuidaba. Pero desde que lo perdimos todo, nos ignoran. Vagabundeaba. A veces, incluso tenía que mendigar pidiendo agua.
Un día, hice un fuego y desenterré algunas raíces en una granja cerca de donde vivía. Los isleños me dijeron que eran nocivas y que no debía comerlas, pero tenía tanta hambre que me las comí. Lo he pasado realmente mal.

¿Por qué abandonaron Birmania?

Soe Min: Yo fui reclutado a la fuerza por el ejército, pero ya no podía más. Los oficiales nos ordenaban masacrar civiles inocentes. Apenas entrábamos en una aldea, pueden estar seguros de que los habitantes lo pasarían mal. Había combates y disparos. El comandante nos ordenaba matar a todos los hombres y quemar la aldea. Y debíamos cumplir sus órdenes. Esa gente no había hecho nada, algunos apenas tenían quince años. Y los matamos a todos.

¿Nos pueden contar algunos de los horrores que vivieron en el mar?

Soe Min: Apenas salimos de Tailandia, mi amigo empezó a marearse y no estaba familiarizado con ese trabajo. El patrón del pesquero tailandés no le tenía ningún aprecio. Mi amigo no hablaba tai y no podía comprender lo que el patrón le decía. Un día, mientras subíamos las redes, un calamar cayó en la cubierta. El patrón ordenó a mi amigo que lo recogiese, pero no le entendió. Caía continuamente agua sobre cubierta y el calamar fue arrastrado por la borda. El patrón bajó y le golpeó con un tubo. Mi amigo levantó la mano para protegerse y el golpe se la rompió. El patrón volvió al ataque y el segundo golpe le aplastó el hombro. Luego volvió a darle con el tubo detrás de la cabeza. Mi amigo se desmoronó sobre la cubierta. Había otros trabajadores tailandeses cerca de él. El patrón dejó caer el tubo, se lavó las manos y volvió al puente de mando. Ordenó que arrojasen el cuerpo al mar. Veíamos que todavía estaba vivo. Al llegar al puente de mando, el capitán se dirigió a la tripulación a través de la megafonía advirtiendo a todos los presentes: “¿Qué están mirando? ¡Vuelvan al trabajo! ¡Si quieren terminar como ése, sigan su ejemplo!”

¿Ha sido testigo de otros asesinatos?

Soe Min: Sí, un día, uno de los birmanos que formaba parte de la tripulación estaba defecando por la borda. Otros fueron a advertir al patrón del pesquero. Bajó, lanzó un vistazo alrededor, agarró una barra y le propinó un golpe. Vimos que lo había alcanzado, pero no conseguimos saber dónde exactamente. Su cuerpo cayó directamente al mar. Después de eso, cuando teníamos trabajo, nadie se atrevía a parar para hacer sus necesidades. Algunos se lo hacían en sus pantalones mientras seguían trabajando.

Saing Winna, ¿Cómo llegó usted a Tual?

Saing Winna: Yo vengo de Kawthaung (Birmania) y unos agentes me vendieron en Ranong (Tailandia). Desde entonces, he trabajado como pescador. Durante cierto tiempo, pasé de un agente a otro.
Nos enviaron a Bangkok. Cuando llegamos a Bangkok, no sabía dónde ir, ni qué hacer. Allí conocí a otro birmano de Thandwae que me preguntó si quería trabajar en un barco. Yo le dije que había venido justamente para trabajar en un barco. Por lo visto, ya sabía que yo había sido vendido a Mahachai.

¿Puede describirnos sus experiencias en alta mar?

Saing Winna: El problema fue con uno de los jóvenes birmanos; un cocinero tailandés le había golpeado con una barra de metal ante mis ojos. El patrón preguntó si estaba muerto o no. Yo le respondí que no estaba muerto, que lo dejaran tranquilo, que yo me ocuparía de él. Había recibido un golpe en la parte posterior de la cabeza, tenía el cráneo totalmente abierto. Lo tomé entre mis brazos. Tardó una hora en morir… el pobre tardó una hora en morirse. Creo que los marinos birmanos mueren como animales.
No podemos volver a Birmania, no tenemos contactos. Y cuando los tenemos, no tenemos dinero. De todos modos, encontraríamos muchísimos problemas de regreso en Birmania, así que no podemos volver.

¿Cómo sobreviven aquí?

Saing Winna: Cuando la policía y el servicio de inmigración vienen a buscarnos, nos escapamos y nos escondemos en la selva. Nosotros, los birmanos, tenemos siempre miedo de la policía. Hasta cuando dormimos tenemos que estar alerta. En la isla, no somos los únicos, todos los marinos sufren lo mismo. Somos muy numerosos. Hemos venido a esta isla debido a nuestros problemas. Todos querrían reunirse con sus familias, pero nos resulta imposible volver a casa. Las cosas están así, abandonamos nuestro país con la esperanza de ganar más dinero. Pero al llegar a otro país nos damos cuenta de que aquí nos encontramos en una situación incluso peor de la que teníamos antes. Ganamos apenas suficiente para comer, en ocasiones, nos morimos de hambre. Pero quien sabe, ¿quizás un día nuestros sueños se realizarán?

Entrevista y fotos de David Browne.



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