2 USD perdidos por cada 1 USD ganado: la prueba de que el sistema financiero global es un fracaso para los países en desarrollo.

Por Jesse Griffiths, Director de la Red Europea sobre Deuda y Desarrollo (European Network on Debt and Development - Eurodad)

Lo que sigue a continuación le va a indignar. Después de pasarnos seis meses recopilando y asimilando los mejores datos de las instituciones internacionales, hemos descubierto que por cada dólar que los países en desarrollo han ganado desde 2008, han perdido nada menos que 2,07 dólares. De hecho, los recursos perdidos ascienden a un promedio de más del 10% de su Producto Interior Bruto (PIB).

No estamos hablando de todos los flujos monetarios que salen de los países en desarrollo, sino únicamente de los recursos perdidos, es decir del dinero que debería haberse invertido en apoyar el desarrollo de dicho países pero que, en lugar de ello, se gastó. El doble del total de las entradas provenientes de la ayuda, las inversiones, las donaciones benéficas y las remesas enviadas por los emigrantes, está saliendo – o mejor dicho, escurriéndose – a raudales.

El gráfico anterior (ver la traducción en el postscript) muestra la proporción de pérdidas de recursos por cada dólar de entradas. Las cifras se especifican en centavos de dólar estadounidense (USD), y están basadas en el promedio de entradas y pérdidas registradas entre 2008 y 2011. Los cuatro principales recursos perdidos que aparecen en el gráfico indican los problemas, pero también las soluciones.

Pérdida número uno: evasión del impuesto de sociedades
La mayor pérdida fueron los flujos financieros ilícitos – dinero ganado, transferido o utilizado ilegalmente –, que supuso para los países en desarrollo un gasto del 4,3% de su PIB (634.000 millones USD) en 2011. Esta pérdida se debió en gran parte a la evasión del impuesto de sociedades. Dado que actualmente no hay manera de calcular lo que se pierde adicionalmente en concepto de la agresiva evasión fiscal, es muy probable que la cifra real de pérdidas debidas a la evasión de impuestos de sociedades sea mucho más elevada.

Parte de la solución reside en la transparencia corporativa: que las empresas nos digan a quién pertenecen, cómo están estructuradas, dónde ganan el dinero y dónde emplean a su personal, de manera que el público – y las autoridades fiscales – puedan verificar si están pagando efectivamente los impuestos que les corresponden. El año pasado la Unión Europea hizo ciertos progresos iniciales al forzar a los bancos a publicar sus cuentas, pero sigue quedando mucho por hacer. Otra solución es detener la “carrera hacia el fondo” en la que los Gobiernos se abstienen de gravar a las corporaciones – los tipos de imposición de las sociedades no han dejado de reducirse año tras año. La ONU debería tomar la iniciativa y abordar todas estas cuestiones de lleno en el marco de un nuevo órgano internacional.

Pérdida número dos: el enriquecimiento de los inversores extranjeros
La segunda mayor pérdida la constituyen los beneficios que los inversores extranjeros les sacan a los países en desarrollo: un total del 2,3 % de su PIB (486.000 millones USD) en 2012. De hecho, desde 2008, los inversores extranjeros han estado obteniendo de los países en desarrollo unos beneficios superiores a las nuevas inversiones que han entrado en los mismos. La inversión extranjera puede aportar beneficios importantes a los países receptores siempre y cuando se gestione cuidadosamente, de manera que vaya acompañada de formación profesional, de nuevas ideas, y que no elimine la inversión nacional (que en los países en desarrollo es, por cierto, varias veces superior a la inversión extranjera). La magnitud de los flujos de salida indica que hay un grave problema.

Por eso hemos solicitado un enfoque en la calidad de la inversión extranjera. Tenemos que apoyar a los países en desarrollo para insistir en que los inversores respeten las normas sociales, mediambientales y de derechos humanos, para instar a los inversores a ir a países donde realmente se necesite inversión, y para prevenir el caos en caso de que los inversores retiren el dinero demasiado rápido.

Pérdida número tres: préstamos a países ricos (sí, en serio)
La tercera mayor pérdida es el dinero que los países en desarrollo están prestando a los países ricos – principalmente EE.UU. –, que ascendió al 1,2% de su PIB (276.000 millones USD) en 2012 (aunque en años precedentes fue mucho mayor, y por eso en el gráfico aparece como una pérdida más importante). Los países en desarrollo han estado desarrollando unas reservas enormes para proteger sus economías de las crisis externas. Estas reservas están formadas por activos consistentes, que son mayoritariamente los bonos de los países ricos. Cada vez que un país en desarrollo compra un bono del Tesoro de EE.UU., le está prestando dinero – a una tasa de interés baja – a EE.UU.

En teoría, los países en desarrollo podrían obtener en tiempos de crisis préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero el FMI sigue estando controlado por los países occidentales, y persiste en las nocivas medidas de austeridad como condición para realizar un préstamo. Una vez más, hay soluciones sobre la mesa. Además de permitir a los países en desarrollo regular el dinero extranjero de forma más estricta, la ONU ha propuesta una forma de expansión monetaria cuantitativa global, emitiendo cada año nuevos activos de reserva por valor de 250.000 millones USD, y la mayoría van a los países en desarrollo.
Pérdida número cuatro: pago de los intereses de las deudas en lugar de recibir ayuda
La cuarta mayor pérdida para los países en desarrollo es el reembolso de los intereses de la deuda externa, que asciendió al 0,8% de su PIB (188.000 millones USD) en 2012. Dejemos a un lado el hecho de que los países en desarrollo no habrían tenido que pedir tanto dinero prestado si los países ricos hubieran cumplido su promesa de consagrar el 0,7% de sus ingresos nacionales a la ayuda extranjera (sólo cinco países lo han hecho).

El principal problema es que no existe ningún mecanismo para afrontar las deudas insostenibles, injustas o impagables de los países en desarrollo. La solución es elegante y está actualmente sobre la mesa en las Naciones Unidas: un régimen de insolvencia independiente para los estados que les permita reducir sus deudas de manera rápida, ordenada e imparcial.

Llamado a la acción
Está claro que el sistema económico mundial ha sido un fracaso para los países en desarrollo, y la evidencia no podía dejarlo más patente: los recursos que se pierden son el doble de los que entran, y esto viene sucediendo desde hace varios años. Muchas de las soluciones están sobre la mesa: es hora de ponerlas en práctica.