Francelina Goretti Magalhaes Silva dos Santos, 46, Oporto, Portugal

Mi hijo se ha ido a buscar trabajo a Brasil, allí tenemos familiares que le pueden ayudar. No pasa un día sin que le eche de menos.

Está buscando trabajo en Brasil. Pero es muy caro – los documentos legales para estar allí cuestan mucho dinero. Está intentando legalizar su situación para poder encontrar un trabajo.

Mi hijo pequeño es diseñador textil en una empresa de fabricación de calzado. Su sueldo es inferior al salario mínimo. Además no le pagan el salario completo de una vez, sino que le van pagando por partes. Ahora mismo todavía le están pagando las vacaciones del año pasado, es decir que está cobrando el sueldo con un atraso de casi un año.

Por eso tenemos que ayudarle en las cosas básicas, como por ejemplo la comida.
Mis dos hijos todavía dependen de nosotros.

Mi marido era maestro. Se jubiló pensando que podríamos vivir de su pensión, pero ahora están recortando las pensiones. Y como nuestros hijos todavía están buscando trabajo, en definitiva somos dos generaciones que dependemos de una sola pensión.

¿Cómo vamos a poder vivir con semejantes recortes a las pensiones? Nos hemos pasado la vida trabajando y ahorrando, pero ahora la situación es muy complicada.
¿Qué tipo de país es éste?

Antes no necesitábamos que el Gobierno nos ayudara a mantener a nuestros hijos.
Pero ahora es más difícil, porque nuestros hijos no tienen ni esperanza ni independencia. Nos resulta imposible.

El Gobierno tiene que ayudar a las familias en el plano económico.

Los políticos saben dónde conseguir financiación pero no quieren hacerlo, y se dedican en cambio a subir los impuestos de los trabajadores y trabajadoras, en vez de los de la gente rica.

Sabemos que quizás tengamos que esperar dos o tres años, pero seguimos necesitando ver luz al final del túnel.

Necesitamos algo. Portugal es un país pequeño, pero tenemos muchos medios para mantenernos. Tenemos productos como el vino, el oporto, la carne, la miel – hay muchas cosas que pueden ayudar a los bancos a financiar y apoyar a las pequeñas empresas.

Ahora mismo los bancos han dejado de financiar a las empresas. Las empresas tienen en ocasiones sus propias dificultades. Los intereses están por las nubes.
Estamos perdiendo poco a poco nuestro bienestar social, por el que tanto hemos luchado.

Y nos hemos quedado sin democracia.

En la década de 1960 todos queríamos una vida mejor. De modo que invertimos en formación. Ahora tenemos gente cualificada, jóvenes formados y educados, con una profesión, pero el país está dejando que se marchen al extranjero. Y así es como nos estamos convirtiendo en un país anciano sin ninguna esperanza de futuro.
Los portugueses aman su país y esperan no tener que marcharse. Quieren trabajar aquí, pero aquí no hay trabajo.

Si el Gobierno invirtiera en las industrias del país podríamos conseguir que la situación cambiara.

La gente que está en el paro no puede gastar dinero.

Tiendas y empresas están cerrando. La gente no compra, la gente no produce, la gente no vende.

No tengo ninguna fe en los políticos. La troika ha destruido mi país, ha destruido la economía y la vida de mi gente.

Vivimos con el miedo en el cuerpo, pensando en cuál será la próxima medida de austeridad que nos van a imponer.

Yo soy madre. Les digo a mis hijos que quiero que se queden y que trabajen en Portugal, pero estoy empezando a darme cuenta de que eso no es posible para ellos. Uno no debería tener que abandonar a sus padres para ganarse la vida y conseguir un trabajo.

En nuestro país ya no quedan esperanzas para nuestros hijos.

Si mi hijo encuentren trabajo en Brasil, nos llevará a Brasil. Una madre lo que quiere es estar con sus hijos.