Primer plano de Umesh Upadhyaya (GEFONT - Nepal)

“Neutralizar la violencia para favorecer por fin una agenda económica y social”

Tras décadas de inacción, los dirigentes nepalíes parecen interesarse por fin por las preocupaciones de los trabajadores y trabajadoras nepalíes, tal como lo demuestra la creación de una red de seguridad social. Umesh Upadhyaya, Secretario General de la General Federation of Nepalese Trade Unions (GEFONT), nos vuelve a hablar de las conmociones políticas que han sacudido a su país y de los retos que supone la integración de los ex rebeldes maoístas en el mundo del trabajo.

Los principales sindicatos nepalíes están luchando por la creación de una seguridad social. ¿En qué punto se encuentra el debate?

En estos momentos la seguridad social se limita a los empleados del sector público y a algunos trabajadores contados del sector privado. El porcentaje de nepalíes empleados en la economía formal no supera el 6 - 8%, de los cuales sólo una pequeña proporción está cubierta por la seguridad social. En total, menos del 2% de la mano de obra nepalí se beneficia de la seguridad social. Lo que nosotros queremos es ampliar progresivamente esa cobertura a todos y todas, tanto en la economía formal como en la informal.

A partir de este año fiscal se va a deducir una tasa del 1% del salario de los trabajadores con el objetivo de constituir un fondo de seguridad social. Queremos obtener una contribución del 2,5% por parte del empleador y un 2,5% por parte del Estado. Aún no está decidido, pero va por buen camino: los empleadores están dispuestos a discutirlo puesto que quieren más flexibilidad de trabajo y no van a poder obtenerla sin la creación de una red de seguridad social. Quizás no acepten contribuir tanto como un 2,5%, pero después de las negociaciones puede que lleguemos al 2%, y el fondo irá creciendo progresivamente.

Las instituciones internacionales como el Banco Mundial, el FMI y el Banco Asiático de Desarrollo también opinan que a cambio de una flexibilización del mercado de trabajo hace falta una cierto tipo de seguridad social. Han podido constatar que en otros países la protección social favorece la productividad. De modo que estas instituciones deberán estar dispuestas a invertir para que se pueda institucionalizar un sistema de seguridad social en Nepal.

Esperamos un acuerdo de los interlocutores sociales con respecto al proyecto de ley sobre la seguridad social para antes de mediados de julio, momento en que empieza el nuevo año fiscal. Estamos haciendo hincapié en cuatro áreas importantes de la seguridad social: subsidio de desempleo durante 6 ó 12 meses, atención médica, indemnización en caso de minusvalía y protección de la maternidad. Hemos presentado un alegato al respecto, ante el Gobierno y los empleadores, y nadie se opone, pero no saben aún muy bien como poner todo esto en práctica.

Nepal sigue siendo uno de los países más pobres del mundo a pesar de las importantes entradas del turismo y las transferencias de dinero de los trabajadores migrantes. ¿Por qué?

La razón principal de la pobreza es que los políticos nepalíes nunca se han planteado seriamente el desarrollo económico. Estamos en transición desde... ¡1950! De 1950 a 1960 hubo una gran inestabilidad política. En 1960 el Rey se hizo con el poder y suprimió todos los partidos. Estuvo administrando el país de forma autocrática durante 30 años. La gente pensaba que este período era estable, que el país se estaba desarrollando, pero la corrupción que existía a raíz de la familia real era muy significativa, y todas las empresas públicas debían entregarle dinero cuando ella quisiera. Además los dirigentes no invertían más que para su beneficio personal, y si no había beneficios se apoderaban del dinero. O sea que no se le dio ninguna prioridad a la agenda económica.

Tras la restauración de la democracia en 1990, había importantes divergencias entre la familia real y los actores políticos emergentes: como hasta el momento los partidos no habían podido funcionar más que en secreto, no tenían experiencia de gobernanza. La agenda económica se puso de lado, y este período se prolongó hasta 2001, cuando la familia real fue masacrada. El hermano pequeño del Rey ocupó su puesto, pero su motivación era apoderarse de todo, sobre todo del poder ejecutivo. Se estableció un movimiento de la sociedad civil que en 2006 logró provocar el derrocamiento de la monarquía absoluta. La agenda económica había estado dejada de lado hasta ese momento, más aún teniendo en cuenta que los maoístas llevaban 10 años implicados en una lucha armada que había sido fuente de muchos obstáculos para el desarrollo económico. Además, durante ese período, los programas del Gobierno se concentraban en las zonas urbanas, todas las zonas rurales quedaron de lado.

Después de 2006, los nepalíes esperaban que la elección de una Asamblea Constitucional aportara estabilidad, pero seguimos en una transición muy complicada. La agenda económica sigue sin ser una prioridad absoluta para los partidos políticos, que se encuentran inmersos en la redacción de una nueva Constitución. Una verdadera agenda económica requeriría desarrollarlo todo al mismo tiempo: turismo, agricultura, comunicaciones, energía, etc. Muchos nepalíes creen que el turismo y la transferencia de salarios de los migrantes bastarán para hacerles ricos, pero si seguimos enviando a los jóvenes al extranjero ¿quién va a trabajar aquí? Las transferencias de dinero de los migrantes no pueden ser más que una ayuda temporal que responde a una situación de emergencia. Si nuestra economía no se ha venido aún abajo es porque los jóvenes se fueron al extranjero y han estado enviando dinero, fruto de su duro trabajo. Estas transferencias representan entre el 18 y el 20% de nuestro PNB – la agricultura representa entre el 30 y el 35%, y el turismo el 11%.

¿Qué papel desempeñó el movimiento sindical en el derrocamiento de la monarquía absoluta, y cuál ha sido la magnitud de la represión?

Todo Nepal estaba en contra de la monarquía absoluta. Todos los partidos políticos, organizaciones de defensa de los derechos humanos, asociaciones femeninas y de la juventud se reunieron con los sindicatos más destacados. La fuerte implicación sindical permitió la organización de huelgas generales que lo paralizaron todo, incluso los servicios públicos, y condujeron a la victoria en abril de 2006.

Todos los días las manifestantes eran detenidos, y después de ser liberados al día siguiente, volvían a manifestarse. Esa era nuestra rutina diaria durante cerca de tres años, de 2004 a 2006. Centenares de activistas del GEFONT y del NTUC-I estuvieron en la cárcel, resultaron heridos, etc. El Secretario General y el Presidente en aquel momento fueron arrestados; a veces actuábamos en secreto. Recibimos un apoyo importante por parte del movimiento sindical internacional, que nos ayudó a llevar a cabo la lucha a favor del retorno de la democracia.

¿Cómo va la integración de los sindicatos maoístas en el mundo del trabajo?

Cuando volvieron de la selva tras los acuerdos de paz de 2006, intentaron hacerse un espacio en la economía formal, y empezaron a atacar aquí y allá. Nosotros nos opusimos y lo hablamos con todas las partes interesadas, movilizando los medios de comunicación para denunciar los actos inhumanos y violentos que estaban perpetrando. En paralelo a esta resistencia, intentamos canalizar su agresividad llevándolos al terreno de las cuestiones de trabajo. Desarrollamos un Consejo Intersindical de Coordinación en el cual los sindicatos democráticos invitaron a los sindicatos maoístas, y les hicimos entender que era necesario llevar a cabo actividades conjuntas, que negar la existencia de los demás y limitarse a las actividades violentas no daría ningún fruto. Poco a poco comenzaron a cambiar y aceptaron evolucionar hacia un movimiento sindical pacífico.

A nivel nacional la cosa va bien: aceptan nuestras propuestas en el seno del Consejo Intersindical de Coordinación y colaboran con nosotros, ya sea en el plano de la redacción de una nueva Constitución o de la instauración de una seguridad social. A nivel local, en cambio, los conflictos persisten. Los militantes maoístas siguen atacando a nuestros activistas y a los del NTUC-I, aunque cabe decir que la frecuencia de los ataques está disminuyendo. Al principio, incluso nuestros dirigentes nacionales eran agredidos por los maoístas, pero actualmente eso ya no sucede más que a nivel local. El problema está en que todavía no se han desarrollado verdaderamente como movimiento sindical, sino que siguen siendo una especie de rama del partido maoísta. La estrategia de las dos afiliadas de la CSI, el NTUC-I y el GEFONT, es intentar atenuar su agresividad para que no perturben el mercado de trabajo. Hay que neutralizar esa agresividad si queremos que haya un buen ambiente para el desarrollo de las actividades económicas. Cada vez que se da un ataque, exponemos lo sucedido a nuestros asociados maoístas en el seno del Consejo Intersindical de Coordinación. Ellos nos responden que están intentando controlar a sus militantes.

¿Por cuánto tiempo podrán ustedes seguir siendo pacientes?

Es muy difícil, pero es que no tenemos otra alternativa. La violencia no nos va a proteger, tenemos que desarrollar una defensa a través de nuestra fuerza ideológica. A veces nuestros miembros se defienden y responden a su vez con violencia, en cuyo caso intervenimos e intentamos normalizar la situación.

¿Es posible mantener negociaciones colectivas en semejante contexto?

Las hay, pero no dentro un marco legal puesto que en la mayoría de las empresas no se llevan a cabo elecciones de agentes de negociación colectiva. Ni los empleadores ni los funcionarios encargados de las cuestiones de trabajo son honestos, y los maoístas no respetan los procedimientos legales. Según la ley, el procedimiento que hay que seguir antes de convocar una huelga legal lleva 66 días (introducción de las reivindicaciones, negociaciones, obtención del 60% de votos a favor de una huelga). Como nadie tiene la suficiente paciencia como para esperar 66 días, las huelgas salvajes son frecuentes en Nepal. Se dan casos en que los miembros del GEFONT también actúan así, pero por lo general respetan la ley. Los maoístas, en cambio, se ponen en huelga en cuanto lo juzgan necesario. Y después, negocian.

Según la legislación, en toda empresa, el 25% de los trabajadores pueden formar un sindicato. El número máximo de sindicatos en una empresa puede ser, por tanto, de cuatro, pero en algunas fábricas llega a haber ocho sindicatos debidamente registrados. Los funcionarios del Ministerio de Trabajo no actúan de manera responsable: si se les va ver y se les “obliga” a aceptar el registro de un sindicato, no se arriesgan...

¿Se llevan a cabo a veces elecciones sindicales?

No, porque los maoístas no actuarían de manera correcta: podrían obligar a los trabajadores a votar a su favor. Al principio queríamos organizar elecciones, pero cuando hubimos constatado cómo los maoístas lo manipulaban todo, cómo implicaban a sus hombres armados y suscitaban un clima de terror entre los trabajadores, comprendimos que estas elecciones crearían aún más tensiones en el mercado de trabajo. Perdimos todo interés por ese tipo de elecciones.

Así que debe ser difícil designar a los agentes de negociación colectiva...

Sí, todos los sindicatos activos en las empresas se reúnen entorno a la mesa de las negociaciones colectivas. A veces se llega a firmar algún convenio colectivo, pero raros son los que se registran en el Ministerio de Trabajo, puesto que éste es frágil.

¿Los ex guerrilleros maoístas logran integrarse en la mano de obra?

Se van integrando poco a poco. Los que no estaban en los cuarteles trabajan ahora aquí y allá, algunos en el extranjero, otros en la construcción, en hoteles... Pero tienen una manera de actuar diferente: tienen costumbres violentas, fuerzan a los empleadores a que les den el dinero sin haber necesariamente trabajado. En los lugares de trabajo algunos se comportan como gángsteres, y hasta los empleadores tienen miedo porque saben que pueden ser insultados, agredidos, extorsionados...

¿Por qué los empleadores los contratan?

Los maoístas les obligan a hacerlo. “O contrata a mis miembros, o le quemamos la fábrica”. En los casinos han contratado a mucha gente así. En este sector, algunos miembros de los sindicatos democráticos se han unido a los sindicatos maoístas a razón de las fuertes presiones. Los trabajadores no son por lo general peleones, pero para evitarse problemas dicen que son miembros de los sindicatos maoístas, aunque en el fondo no estén a favor de ellos.

Entrevista realizada por Samuel Grumiau.


Ver el dossier Visión sindical: "Nepal: los sindicatos abogan por la vía de la serenidad para el desarrollo"