Primer plano de Mariama Dioulde Diallo (Unión de Tintoreras - Guinea)

“Las mujeres no tenemos ningún derecho”

“Las mujeres no tenemos ningún derecho”

Bruselas 9 de noviembre de 2007: A comienzos de 2007, la movilización sin precedentes que llevaron a cabo el movimiento sindical y la sociedad civil permitió que el país se encauzara por la vía de las reformas democráticas. Las mujeres de la economía informal hicieron un aporte decisivo a la lucha sindical. Mariama –de 47 años y con 5 hijos.-, fundadora de varias cooperativas y militante sindical en Dalaba, habla de las discriminaciones que sufren las mujeres guineanas y del respaldo que el movimiento sindical puede darles a las trabajadoras del sector informal.

¿Por qué su asociación se afilió ahora a la CNTG?

Todo comenzó con los sucesos de principios de año. Cuando se hizo la convocatoria para la huelga general, no dudamos ni un instante en adherirnos. Y, sin embargo, era la primera vez. Hasta ese momento pensábamos que las huelgas eran únicamente para los funcionarios, los docentes y los transportistas. Pero estábamos realmente hartos de la pobreza y la corrupción. Inclusive aquí, lejos de la capital, se percibía ese hartazgo en la población. La huelga, esa solidaridad entre quienes sufren, es la que nos abrió los ojos. Imagínese: Hasta nuestro Imam nos alentó a adherirnos a la huelga, ¡a tal punto está agobiada la población por la pobreza!

¿Cómo se dieron sus contactos con los sindicalistas?

Fue algo que ocurrió muy naturalmente poco después de la huelga general. La CNTG, a través de sus estructuras locales, nos invitó a asistir a reuniones sobre toma de conciencia. El sindicato se puso en contacto con nosotros cuando ya estábamos bien organizados. Por ejemplo, ya estamos representados en la cámara de comercio local. Pero eso no basta. Ahora tenemos plena conciencia, tanto en el plano local como nacional, de que el sindicato está mejor equipado para defender nuestros intereses. Los militantes de la CNTG nos explicaron detenidamente cómo funciona la organización, las garantías de equidad que tienen en lo referente a la representatividad de los miembros. Por el momento, nos limitamos a observar y escuchar pero estamos firmemente decididas a expresar nuestras opiniones y defenderlas.

¿Cómo nació el deseo de asociarse a otras mujeres, hace más de 20 años?

Es algo relacionado sobre todo con una gran frustración. Por ejemplo, me hubiera gustado mucho seguir estudiando después del bachillerato, como lo hicieron mis hermanos. Pero cuando yo era jovencita eso era todavía muy raro para una chica en este país. Además, mis padres quisieron imponerme un casamiento que yo no quería. Me daban la posibilidad de “elegir” entre dos pretendientes: un primo y un comerciante. Como yo no quise casarme me dieron una paliza. Eso me dejó profundas huellas. Yo no quería tener que depender de la buena voluntad de alguien toda la vida. Por suerte, el marido que elegí para casarme a los 18 años es comprensivo y apoya mucho mis iniciativas

¿Cómo por ejemplo en el caso de esa primera asociación de costureras que usted formó?

Sí. Eso fue en 1985. Le planteé a cuatro mujeres del barrio que nos uniéramos. No pertenecíamos a la misma etnia y teníamos muchas cosas sobre las que podíamos hablar: recetas de cocina, técnicas de costura. Hacíamos un aporte a la asociación para comprar juntas la materia prima. Teníamos muchos deseos de aprender. Al mismo tiempo, la casa y los niños nos acaparaban todo el tiempo. Pero entonces conocimos a gente que influyó mucho en nuestras vidas, como una holandesa de la FAO a la que le pedimos que nos diera ideas. Gracias a ella conseguimos un primer financiamiento internacional otorgado por la Embajada de los Países Bajos y destinado a restaurar un local público abandonado a fin de convertirlo en guardería. Aquí, en Dalaba, no había ninguna estructura que acogiera a los niños antes del jardín de infantes.

¿Cómo llevó adelante la movilización de mujeres del sector informal?

Conocimos a una persona que fue determinante: Saskia, la esposa de un funcionario también de la FAO. Ella nos ayudó a preparar un proyecto y a movilizar a casi 70 mujeres de esta asociación de costureras. Intervinieron también la cooperación técnica belga y una ONG de ese país. Finalmente tuvimos nuestro propio local para la guardería, para el taller de costura y, además, para instalar una clase de alfabetización. La Fundación Friedrich Ebert nos ayudó a poner en práctica la parte educativa. De las 70 mujeres, nada más que 4 sabían leer y escribir. En nuestras actividades incluimos la planificación familiar. Hasta entonces, para todas esas cuestiones solamente se podía recurrir a los morabitos (ndt: religiosos musulmanes) y sus amuletos.

¿No conocían los métodos anticonceptivos?

En absoluto. Y eso no es más que uno de los aspectos de la discriminación que sufren las mujeres. Todavía hay mucha poligamia, levirat (ndt: forma tradicional de alianza que consiste en casar a una viuda con uno de los hermanos de su marido fallecido) y casamientos precoces. Deseo también hablar de los tabúes alimentarios contra los cuales luchamos haciendo llegar información al máximo posible de mujeres. Sigue habiendo muchas comidas prohibidas, lo que puede originar graves carencias: Se dice, por ejemplo, que la mandioca y las zanahorias atentan contra la virginidad de las chicas, que la carne perjudicaría a los niños debido a los parásitos, que si se come huevos se va a volar. En nuestra labor de sensibilización también tomamos como blanco a los hombres, que tienen que aprender a respetarnos. La vida es dura en Guinea pero los hombres lo mismo se dan algunos gustos, como jugar a las cartas o mirar partidos de fútbol. Nosotras no tenemos ningún derecho. A los hombres les parece natural que las mujeres preparen la comida, se ocupen de los hijos y de las tareas domésticas, antes, durante y después del trabajo. Según parece, si respetamos esas tradiciones y nos mostramos dóciles ¡nos iremos al paraíso! Cuando a un chico no le va bien en la escuela, la culpa es de la madre. Cuando le va bien, es porque la madre hizo todo lo que debía. La costumbre hace que aquí el éxito de los hijos sea proporcional al sufrimiento de las madres.

¿Cómo evolucionaron sus actividades?

A finales de los años noventa creció el turismo en Fouta Djalon y Dalaba. Eso nos abrió nuevas perspectivas. En 1998 formamos la Unión de Tintoreras de Guinea Media (Union des teinturières de Moyenne Guinée - UTMG) para comercializar nuestros pareos al índigo (ndt: cortes de tela teñidos con extracto de índigo). Queríamos asimismo diversificar nuestros productos creando nuevas técnicas y nuevos diseños. Las cosas comenzaron a marchar viento en popa. En esta asociación somos 14 mujeres y cada una tiene su propio taller. Es como una tela de araña. Cada taller aporta 50.000 francos guineanos, lo que hace un total de 700.000 francos guineanos (algo más de 100 euros). Con esa suma se les otorgan créditos con intereses razonables a las mujeres que desean comenzar sus propias actividades. Los bancos no nos dan crédito y, aunque lo hicieran, no podríamos pagar los elevados intereses que cobran. Entre nosotras, el préstamo es mucho menos duro de rembolsar. Además, las mujeres sienten que asumen una responsabilidad. Gracias a una ONG italiana pudimos comprar un terrenito, toneles y brotes de índigo verdadero (ndt: indigofera tinctoria, planta de la que se saca la tintura) a fin de cultivarla, porque en la región hay mucha demanda de esta variedad de planta. Pero durante los últimos años se deterioró tanto la situación social y económica del país que el turismo también está parado. No conseguimos vender la mercadería que tenemos. A mediados de octubre, Rabiatou, la Secretaria General de la CNTG (1) vino a Dalaba a vernos. Era día de mercado y había mucha gente escuchándola. Es una mujer y hemos puesto en ella muchas esperanzas.

Entrevista realizada por Jacky Delorme


(1) Confederación Nacional de Trabajadores de Guinea.


-  Véase el reportaje completo de Visión sindical sobre los sindicatos guineanos

-  Véase también la entrevista a Dilé Diallo (CNTG-Guinea)

-  Véase también la entrevista a Rabiatou Diallo (Secretaria General de la CNTG)

-  Para mayor información, véase asimismo el capítulo consagrado a Guinea en el Informe anual de la CSI sobre las violaciones de los derechos sindicales en el mundo (texto y video)


La CSI representa a 168 millones de trabajadores de 153 países y territorios y cuenta con 305 afiliadas nacionales.

Para mayor información, favor de ponerse en contacto con la Oficina de Prensa de la CSI a los teléfonos: +32 2 224 0204 ó +32 476 621 018.