Porqué Adís Abeba es importante: posición de CIDSE de cara a la 3ra Conferencia de financiación para el desarrollo

Por CIDSE (Cooperación internacional para el Desarrollo y la Solidaridad)

2015 representa una oportunidad única para conseguir avances extraordinarios en términos de nuestra visión de justicia, igualdad, dignidad y protección del medio ambiente. Los acuerdos internacionales que se van a concretar este año en el ámbito de la financiación para el desarrollo, el cambio climático y el marco post-2015, van a confinar a las personas y al planeta, para mejor o para peor, a determinadas vías – que puede que tengan un efecto transformador en nuestras vidas y en la manera que tenemos de interactuar con nuestro entorno natural; o puede que no.

Pero, más que nada, van a tener unas consecuencias significativas en la vida de aquellos a quienes se les deniegan sistemáticamente los derechos humanos básicos, que viven en la pobreza y que están estructuralmente excluidos de las esferas de influencia y toma de decisiones. El optimismo del nuevo milenio y las protestas a escala mundial que se produjeron tras los ataques a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 confirieron una motivación especial a la primera Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo celebrada en 2002. Decidida a que la globalización fuera plenamente inclusiva y equitativa, la comunidad internacional dejó plasmado en el documento final de la Conferencia – el Consenso de Monterrey – el compromiso de movilizar y utilizar los recursos financieros de manera eficaz y de crear las circunstancias económicas necesarias dentro del contexto nacional e internacional para eliminar la pobreza, mejorar las condiciones sociales y proteger el medio ambiente.

En Addis Abeba deberá asumirse, con una determinación aún mayor, que la globalización no funciona ni para las personas ni para el planeta. Según una investigación reciente, el 1% de la población mundial posee el 48% de la riqueza global, de modo que el 99% de los habitantes del planeta tienen que repartirse el 52% restante. Hemos estado emitiendo más gases de efecto invernadero que nunca, a pesar de las 20 conferencias de la CMNUCC y demás cumbres sobre el clima y de todos los medios técnicos que tenemos a nuestra disposición. En comparación con la situación de hace un siglo, hemos aumentado a más del doble la utilización de la producción vegetal de todo el planeta.

Al mismo tiempo, los debates post-2015 han generado una nueva sensación de optimismo. Ojalá hayamos aprendido la lección. Estamos convencidos de que podemos forjar una agenda de responsabilidad universal que no sólo deba ser cumplida por el Sur sino también por el Norte. Pero para conseguir hacerlo bien esta vez se va a requerir un nivel equiparable – si no mayor – de capacidad de liderazgo y ambición política.

Por desgracia, los cálculos relativos al riesgo político se han impuesto sobre las consideraciones referentes a las oportunidades de liderazgo que este año ofrece. Esta tendencia es notoria en los preparativos para la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo que tendrá lugar en Addis Abeba, donde se advierte un evidente enfoque de “observar y esperar” a que los otros den el primer paso y una clara postura evasiva. Resulta preocupante que se esté adoptando semejante enfoque para una Conferencia que va a tener que reconstruir la confianza Norte-Sur como condición esencial para el éxito de la Cumbre Post-2015 de Nueva York y la Conferencia sobre Cambio Climático de París.

Para recomponer el indispensable espíritu de multilateralismo, el acuerdo de Addis Abeba deberá demostrar que existe una cooperación internacional integral basada en la solidaridad internacional y no en la caridad. Deberá defender por igual las tres dimensiones del desarrollo sostenible: medioambiental, social y económica. Tendrá que otorgar protagonismo a las personas, no a los mercados. Y todos los Estados, no sólo los “países asociados” beneficiarios, deberán rendir cuentas de su cumplimiento. El presente documento establece una serie de recomendaciones que constituyen los componentes esenciales para un acuerdo integral de este tipo. Se trata de recomendaciones realistas y factibles que, al mismo tiempo, responden a una realidad en la que las medidas que se han llevado a cabo, incluidas las respuestas a la crisis financiera, han sido hasta el momento demasiado escasas y demasiado irregulares. Solicitamos que el acuerdo de Addis Abeba vaya mucho más lejos, algo fundamental para conseguir que el sector financiero contribuya a la creación del bienestar económico, social y medioambiental contemplado en el Consenso de Monterrey.

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