“La UGTT es más que un sindicato, pero menos que un partido”, así define Héla Yousfi, investigadora y autora del libro L’UGTT, une passion tunisienne (UGTT, pasión tunecina), a la principal central sindical tunecina. Al ser preguntado por esta descripción, Sami Tahri, secretario general adjunto encargado de la comunicación, matiza con una sonrisa: “Es más que un sindicato, cierto, pero también más que un partido”. Sea como fuere, es evidente que la UGTT ha desempeñado un rol fundamental en la historia contemporánea de Túnez y, de hecho, muchos analistas lo consideran el sindicato más influyente del mundo árabe. Sin embargo, en los últimos años atraviesa una crisis, al igual que el conjunto del país.
Este rol central de la UGTT en la sociedad tunecina arranca en el periodo de la lucha anticolonial. El sindicato se fundó en 1924 como una escisión de la CGT francesa a causa de las discrepancias sobre la “cuestión nacional”. “El sindicato participó de forma activa en la liberación nacional, haciendo protestas, huelgas generales, etc. Por eso, el Gobierno francés lo disolvió, e incluso arrestó y asesinó a algunos de sus líderes, incluido un secretario general, Farhat Hached”, explica Tahri en su oficina, situada en la sede del diario de la UGTT, Al-Shaab (El pueblo).
Una vez lograda la independencia, la relación con el poder no estuvo exenta de tensiones. “Aunque con el presidente Bourguiba había un régimen de partido único, la UGTT siempre luchó por mantener su autonomía. Y en buena medida, lo logró”, comenta Yousfi, que resalta que lo mismo no sucedió en otros países de la región, como Argelia y Egipto. Probablemente, esta diferencia se debe al hecho de que los líderes sindicales argelinos y egipcios profesaban la misma ideología panarabista que sus regímenes. En cambio, en Túnez no había esta misma sintonía ideológica. Bourguiba mantenía una posición más pro-occidental, mientras que, según Yousfi, entre los afiliados y dirigentes de la UGTT han estado siempre representadas todas las principales ideologías del país.
Esta autonomía hizo posible que se produjeran varios choques frontales con el Gobierno que se saldaron con decenas de víctimas mortales, como en las revuelta de 1978 y 1985, o la Revolución de 2011, que dio pie a las llamadas Primaveras Árabes. Según muchos activistas, el papel de la UGTT en el éxito de la Revolución fue decisivo. “El día en que la UGTT de Sfax se sumó a las protestas en las calles, supe que Ben Alí tenía los días contados”, recuerda Lamine Bouazizi, un activista de la ciudad de Sidi Bouzid, cuna de la rebelión. Ben Alí acabaría huyendo del país dos días después, dando paso a un proceso de transición que se prolongaría durante una década.
Choques entre el presidente Kais Said y la UGTT
Sin llegar a la intensidad de aquellos momentos, actualmente, el sindicato vuelve a experimentar una turbulenta relación con el Gobierno. En verano de 2021, el presidente Kais Said dio un autogolpe, disolvió el Parlamento y se arrogó plenos poderes. El año siguiente, Said patrocinó una reforma constitucional que ha convertido a Túnez en una república “hiperpresidencialista”. Casi todos los partidos políticos rechazaron el órdago de Said, un político independiente de ideología populista y conservadora.
La UGTT se ofreció para mediar entre la presidencia y los partidos y propuso poner en marcha un proceso de “diálogo nacional”, tal como ya había hecho en 2013, cuando una crisis política puso en peligro la transición democrática. Entonces, la UGTT lideró una mediación entre el Gobierno y la oposición que evitó la confrontación civil. Por aquella intervención, y junto con otras tres organizaciones de la sociedad civil, la UGTT recibió el Premio Nobel de la Paz en 2015. Sin embargo, Said rechazó la oferta del sindicato.
Decidido a eliminar cualquier institución que pueda ejercer de contrapoder, Said quiere que la UGTT abandone su rol de actor político y se limite a representar los intereses de sus afiliados, que ascienden a unos 800.000 en un país de 12 millones de habitantes.
El primer choque entre Said y la UGTT se produjo a raíz de la aprobación en 2022 de la llamada “Circular 20” que prohibía a cualquier institución del Estado mantener negociaciones con el sindicato sin una autorización previa de la presidencia. Unos meses después, el Gobierno retiró la circular. No obstante, las medidas de presión a la central se han mantenido, por ejemplo con el arresto y procesamiento de sindicalistas.
“Desde 2021, más de una docena de sindicalistas han sido detenidos. Ahora solo uno continúa en la cárcel, pero el resto tiene juicios abiertos. Y me temo que la lista se ampliará,” Sami Tahri, secretario general adjunto de UGTT
El régimen envió otro mensaje al sindicato en febrero del año pasado, cuando expulsó del país a Esther Lynch, secretaria general de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), que había visitado Túnez para solidarizarse ante el acoso a la UGTT, que ha alcanzado incluso a sus cuadros regionales.
A pesar de todas estas provocaciones, la central sindical ha evitado un choque frontal con el régimen, y se ha limitado a organizar alguna que otra manifestación y a hacer declaraciones críticas en los medios. “La UGTT se encuentra en una posición de debilidad. La principal razón es que ha perdido apoyo popular. Mucha gente la ve como parte de la élite que gobernó durante la transición y que fracasó en traer prosperidad al país”, sostiene Tarek Kahlaoui, profesor de Ciencias Políticas en la South Mediterranean University de Túnez. “Desde hace varios años, se ha hecho campaña contra la UGTT, culpando a sus huelgas de la crisis económica, así como de corrupción. Y algún proceso judicial ha habido”, apostilla Kahlaoui.
En este punto, el Índice Global de los Derechos de 2024, de la Confederación Sindical Internacional (CSI), apuntaba la existencia de “decenas de páginas de redes sociales dedicadas a atacar el sindicalismo y a demonizar la labor de los sindicatos y a los sindicalistas”. En dicho índice, Túnez se sitúa entre los “10 peores países del mundo para los trabajadores”, ya que, entre otros, frente a la amenaza de sanciones duras (económicas y de prisión), “resulta muy arriesgado para los activistas sindicales desempeñar sus funciones normales”.
Romdhane Ben Amor, investigador del Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales (FTDES) señala otro factor para explicar la debilidad del sindicato: su crisis interna. “En 2021, la dirección actual cambió las reglas internas de la organización en lo relativo a la elección de su dirección. Un sector importante del sindicato rechazó el cambio y se ha constituido en oposición interna. El resultado es un bloqueo en la toma de decisiones”, explica Ben Amor, que también apunta como motivo de la crisis el choque entre los dirigentes de más edad y los más jóvenes, pues estos defienden unos valores y perspectivas diferentes sobre el rol y las estrategias del sindicato. Aunque las discrepancias internas en algún momento tuvieron una raíz política, pues una facción apoyaba a Said, a medida que se ha acentuado la deriva autoritaria del presidente, este vector de tensión ha ido desapareciendo.
Por su parte, Tahri quita hierro a las discrepancias en el seno de la organización. “En todos los sindicatos hay diversos puntos de vista. Es normal. Pero la organización continúa siendo funcional. Todas las actividades normales del sindicato, también en las diversas sectoriales, se desarrollan con normalidad”, asegura el secretario general adjunto. En cambio, Ben Amor sí cree que las divisiones han maniatado la central.
“En otros momentos históricos, el arresto de un sindicalista encontraba una respuesta contundente. Ahora no pasa nada” Romdhane Ben Amor, investigador del Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales
Como muestra de que la UGTT no ha perdido su mordiente, Tahri advierte de que su dirección ha decidido celebrar una huelga general el próximo año, si bien todavía no le han puesto fecha a la espera de consensuarla con las secciones regionales y sectoriales. “La situación económica y social es muy preocupante y encima el Gobierno ha cortado el diálogo social. Ya se están organizando muchas protestas, aunque de momento son solo de alcance local o regional. Además, cada vez nos adentramos más profundamente en la tiranía y nos alejamos de la democracia. (...) Creo que el año que viene será caliente”, augura el líder sindical. En caso de cumplirse el pronóstico, una renovada conflictividad social podría ofrecer a la UGTT una oportunidad para recuperar la centralidad perdida.