Japón envejece: ¿migrantes, robots y jubilados para combatir la crisis demográfica?

Japón envejece: ¿migrantes, robots y jubilados para combatir la crisis demográfica?

Who or what will make up for the labour shortage in the world’s most aged country?

(Telenoid™: Osaka University and ATR Hiroshi Ishiguro Laboratories)

Cumplir cien años en Japón ya no es una rareza. Itsuko Inoue acaba de celebrar su centésimo aniversario y forma parte de los 71.000 japoneses centenarios. Tokiota de nacimiento, sobrevivió al terremoto de 1923, a la Segunda Guerra Mundial y tuvo cinco hijas. Pronto recibirá un diploma del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, encargado de felicitar a los nuevos centenarios que cada año suman más.

En septiembre Japón festeja el Día del Respeto a los Mayores. La jornada rinde homenaje a la tercera edad, por su contribución al país y por su sabiduría. Un funcionario del Ministerio entregará un diploma en mano en casa de Itsuko. “Parece una hazaña, ¿no?”, comenta su hija Miwako, “es un día tras otro de una vida normal siendo testigo de la historia del país”.

Pero detrás de la emotiva conmemoración, Japón, el país con más longevos del mundo se enfrenta a serios problemas demográficos, y el gobierno es consciente de que buscar soluciones sostenibles es una prioridad. Los mayores de 65 años son ya casi 36 millones, el 28,4% de la población total, según datos del Ministerio de Asuntos Internos y Comunicaciones japonés. Se sitúan a la cabeza del mundo, con la población más envejecida y seguidos de países europeos como Italia, Alemania, Portugal y Finlandia, entre otros, de acuerdo a Naciones Unidas.

A sociedades desarrolladas, mayor es el envejecimiento. Las prospecciones del Instituto Nacional de Investigación en Población y Seguridad Social de Japón no son halagüeñas puesto que para 2040 se espera que la tercera edad alcance el 35% de la población.

Esto no supondría un problema para una sociedad orgullosa de sus mayores, donde el respeto y cuidado hacia ellos se inculca desde la cuna, pero las bajas tasas de natalidad y la alarmante escasez de fuerza laboral amenazan la sostenibilidad del sistema de pensiones y la economía nacional.

En 2018 nacieron en Japón 921.000 bebés, la cifra más baja nunca antes registrada desde que empezaron a compilarse estos datos, en 1899. “Una crisis nacional”, en palabras del primer ministro Shinzo Abe. Para aumentar la natalidad, el Estado subvencionará las guarderías, desde octubre, a todos los niños. Pero no hay guarderías públicas suficientes: las listas de espera para obtener una plaza aumentan cada año.

La falta de cupos es el mayor obstáculo que encuentran las mujeres japonesas que deciden incorporarse al trabajo tras la maternidad. En una sociedad donde los cuidados recaen sobre ellas, la aclamada política Womenomics para emanciparlas como fuerza laboral, confronta voces críticas ante la falta real de avances.

Trabajadores migrantes: ¿parche o alternativa sostenible?

Considerado un país hermético en términos migratorios, Japón ha alcanzado su record histórico en 2019. Según datos del Ministerio de Justicia, residen en el país 2,7 millones de extranjeros, el doble de hace cinco años, de los que 1,5 millones son trabajadores. En 2017, se situó en cuarta posición como país de la OECD receptor de migrantes.

Poco visibles para los ciudadanos de a pie, los inmigrantes provenientes de China, Corea del Sur y el sureste asiático en general, llegaron hace décadas y coparon sectores como la restauración. Desde 2008, con los cambios en el sistema de visados de trabajo, son cada vez más visibles en sectores como la construcción, la agricultura, la pesca y los servicios de atención al público.

Otra gran comunidad, la conformada por peruanos y brasileños –en su mayoría nikkei, descendientes de japoneses que llegaron al continente americano a principios del siglo XX– han trabajado en la industria automovilística o alimentaria en el marco de convenios bilaterales especiales.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón acaba de anunciar una partida presupuestaria para formar a descendientes de japoneses en América Latina y atraerles como fuerza laboral.

Pero siguen sin ser suficientes los que llegan. Aunque el gobierno afirma reiteradamente que no tiene una política migratoria, la realidad es otra. Toshio Yanagida, profesor en la Universidad de Keio y experto en movimientos migratorios entre Japón y América Latina, aclara: “oficialmente el gobierno japonés no tiene una política migratoria, sino laboral”. Entonces, ¿Hacia dónde se dirige esta sociedad en temas de migración? “La sociedad japonesa seguirá acomodándose a la situación sin ningún rumbo ni destino fijo, tal como ha hecho hasta ahora”, responde crítico.

Ante la escasez de fuerza laboral, el gobierno puso en marcha en abril una reforma que parece relajar su política laboral, permitiendo la entrada a 345.000 inmigrantes poco cualificados durante los próximos 5 años para la construcción, agricultura, pesca, industria, sanidad y servicios, principalmente. Se trata de la ampliación del programa de formación técnica que ya ha atraído a 480.000 trabajadores procedentes en su mayoría de China y del sureste asiático.

El programa no está exento de críticas, y esto por varias razones: por los bajos salarios, por las agencias intermediarias que gestionan la llegada de los migrantes a cambio de deudas –para estos últimos–; por el hecho de que no se les permite traer a sus familias y por mantener barreras para que los trabajadores migrantes no consigan un estatus de ‘residente permanente’. Además, tras cinco o diez años trabajando en Japón, los migrantes deben regresar a sus países de origen.

La otra novedad legislativa introducida en el país tiene el objetivo de atraer a inmigrantes con cualificación alta (estos tienen mayores facilidades para renovar su residencia y se les permite venir con sus familias). En 2008 ya se aprobó una medida para que extranjeros cualificados abriesen empresas emergentes (start-ups) en zonas rurales de Japón y combatir así la despoblación.

Janine llegó hace tres años procedente de Filipinas con un visado de cinco años para trabajar en tareas de limpieza . Dejó a sus hijos de 9 y 7 años con sus padres. Reside en Tokio con su tía y una prima: “Soy madre soltera y mi salario en Filipinas no era suficiente. Aquí logro mantener a mis hijos, ayudar a mis padres, pagar mis gastos y además ahorrar. Soy enfermera, pero mi visado no me permite trabajar de ello. Japón es muy estricto”. Janine planea marcharse a Canadá. Allí quiere ejercer su profesión en inglés.

Aunque estudia japonés y acude a clases gratuitas del ayuntamiento, no tiene el nivel de escritura necesario para aprobar el examen que le permitiría ejercer de enfermera. Japón otorga la residencia permanente a los trabajadores de sanidad que aprueban, pero son muy pocos los que logran salvar la barrera lingüística.

Nhung es una estudiante vietnamita de 25 años que trabaja a tiempo parcial en una tienda de 24 horas . Su japonés es impecable y quiere quedarse una vez termine sus estudios: “Quiero trabajar en una empresa japonesa, es cómodo vivir aquí y el salario es mejor”. Ella es una de las 40.000 trabajadoras extranjeras empleada por una de estas 55.000 tiendas, de acuerdo al ensayo Konbini Gaikokujin, del escritor y economista Kensuke Serizawa.

Entrevistado por Equal Times, el escritor japonés que ha recorrido el país investigando la inmigración y los cambios sociales, cree que la mayoría de japoneses acaba de darse cuenta, tras las reformas recientes, del problema demográfico: “la sociedad no lo percibe como un ‘¡bienvenidos trabajadores extranjeros!’; tampoco hay oposición, simplemente lo aceptan”.

Serizawa cree que las medidas van con retraso y explica la contradicción entre el discurso oficial y el aumento de extranjeros: “el gobierno ha aceptado un número considerable bajo el programa de formación técnica y como estudiantes. No se les reconoce formalmente como trabajadores. Se considera que algún día regresarán a su país por lo que legalmente no se contemplan leyes para que vivan en Japón”.

Los políticos no tocan el tema de la migración. “En las elecciones de julio para la Cámara Alta apenas se trató; no es popular y la interacción con extranjeros todavía se considera especial en comunidades japonesas”, afirma Serizawa.

Cree que una sociedad flexible que acepta estímulo externo crece: “Japón ya no es el estudiante sobresaliente en economía de la segunda mitad del siglo XX. Por fluctuaciones económicas no debería emplearse a trabajadores extranjeros en posición de vulnerabilidad como válvulas de ajuste de empleo”.

Finalmente reflexiona: “¿Vendrán trabajadores extranjeros aunque Japón permita mayor afluencia? Cada vez habrá entre países mayor competencia por esa fuerza laboral. El sistema de visado es complicado y poco amable para los que estén pensando en venir. No es suficiente con abrir la puerta. Urge implementar leyes para construir una sociedad donde los trabajadores extranjeros, los migrantes, puedan vivir. Es de interés nacional”.

Mayores jubilados que siguen trabajando

“Más que por complementar mi pensión, seguí trabajando para aportar a las nuevas generaciones y porque me sentía bien. Hubiese seguido más años de no haber tenido a mi madre delicada”. Miwako, de 73 años, fue profesora y directora de escuela. Tras jubilarse, siguió activa nueve años más como orientadora educativa. Hija de nuestra centenaria Itsuko, ahora se encarga de cuidar a esta. Mayores cuidando a mayores, ro-ro-kaigo en japonés, un término que surge ante la necesidad de definir nuevas realidades.

En Japón la jubilación definitiva es relativa. Cada vez más mayores de 65 años permanecen activos. El sistema de pensiones japonés permite compaginar la pensión con ingresos por empleo.

La falta de fuerza laboral y su experiencia adquirida les convierte en recurso indispensable: ya representan el 13% de la mano de obra. Son 8,62 millones, de los cuales 3,5 millones son mujeres. Una ratio que aumenta desde hace 15 años, según el Ministerio de Asuntos Interiores.

Aplaudidos por gobierno y empresas, la asociación nacional para el empleo de mayores (JEED), les anima “en la actual situación de envejecimiento y baja natalidad a continuar trabajando aportando habilidades toda la vida, para mantener la vitalidad de la economía y la sociedad”.

¿Suplirán los robots la falta de fuerza laboral en el país más envejecido?

El científico Hiroshi Ishiguro responde desde la Universidad de Osaka, donde dirige un prestigioso laboratorio de robótica. Ante una sociedad cada vez más envejecida, el uso de robots será un complemento al cuidado: “El gobierno japonés está centrado en el desarrollo de robots que ayuden a solventar los problemas físicos del cuidado. Nosotros vamos más allá e investigamos el desarrollo comunicativo”.

Telenoid, un pequeño robot telemático que ya se usa en algunas residencias y ayuda a los ancianos con demencia, es creación suya. Ishiguro resalta los beneficios: “Los robots son un puente comunicativo entre las personas y sus cuidadores. Los ancianos sienten presión al hablar con otros, pero no ocurre lo mismo cuando interactúan con robots”.

Se muestra prudente al hablar de usos y límites de los robots en la tercera edad: “Es solo el inicio, hay que reducir los costes para producir en masa. Será [sin duda] un mercado lucrativo, hay muchas empresas nacionales y extranjeras interesadas”, concluye.

This article has been translated from Spanish.