Primer plano de Maung Maung (Birmania – FTUB)

“La legislación birmana es utilizada siempre en contra de los trabajadores”

Dos años después de la Revolución del Azafrán, en la que decenas de miles de birmanos salieron a las calles, nada ha cambiado: el trabajo forzoso y la represión de las libertades fundamentales sigue siendo la suerte cotidiana de la población. Maung Maung, Secretario General de la FTUB (Federation of Trade Unions – Birmania), explica cómo los activistas sindicales luchan no obstante para trabajar en semejante contexto.

La FTUB está prohibida en Birmania, pero cuenta con una red clandestina de activistas. ¿Qué acciones llevan a cabo en el seno del país?

Nuestros activistas están en estos momentos recopilando pruebas sobre los casos de violaciones de la libertad sindical, una libertad que no existe en Birmania. Siguen luchando también contra el trabajo forzoso, en particular mediante breves cursos en los que explican lo que constituye casos de trabajo forzoso y la manera de informar de tales casos a la OIT. Es importante, porque hay cierta ambigüedad en torno a la definición del trabajo forzoso en Birmania: en muchos casos las autoridades solicitan un “trabajo voluntario”, por ejemplo un día por semana o por mes, para mantener tal o tal lugar, y la comunidad tiene que realizar ese trabajo gratuitamente, pero sigue sin concebirse como trabajo forzoso porque la gente sabe que si protestan habrá discusiones con los militares y, acto seguido, represiones.

Tenemos, por otro lado, nuestra propia estructura interna dedicada a la sindicalización, que educa a los trabajadores sobre lo que es un sindicato, sobre la manera en que podemos colaborar todos juntos, etc.

¿Ustedes tienen que organizar este tipo de formación porque los trabajadores birmanos no tienen la menor idea de lo que es el sindicalismo?

El régimen militar ha conseguido cerrar los ojos y tapar los oídos de los birmanos, aislar al pueblo. La gente conoce la palabra “sindicato”, pero no saben a lo que corresponde, cómo actúa un sindicato, cómo funciona... Creen que los sindicatos están bajo el control del gobierno, que hacen todo lo que las autoridades mandan. Así que tenemos que explicarles que al contrario, que se trata de su libre elección, que tienen derecho a fundar un sindicato independiente.
Hemos podido formar a decenas de miles de personas de las diversas regiones de Birmania. Estas formaciones se están llevando a cabo de manera más intensiva desde hace unos cinco años porque en el contexto impuesto por el régimen nos ha hecho falta tiempo para establecer las bases de nuestra red. Nuestros sindicalistas siguen sin saber cómo empezar la conversación en los cursos, ni los temas que se van a desarrollar. Ya ha sucedido, por ejemplo en las zonas rurales, que la gente nos diga que desean organizar una actividad para el 1 de mayo sin saber nada de la historia del Primero de mayo, de lo que representa; entonces consagramos la formación a ese tema. Hemos podido reunir ya a 500 participantes para actividades del Primero de mayo. En Rangún, nuestros cursos reúnen a veces a 10 ó 30 personas a quienes les hablamos del Primero de mayo, de la historia del movimiento sindical, de la solidaridad sindical, etc.

¿Cómo consiguen reunir a 500 personas sin que las autoridades se den cuenta?

No podemos decir que la policía y los servicios de inteligencia del Ejército no se den cuenta, puesto que se producen arrestos. Sin embargo, si los activistas se limitan a trabajar sobre temas sindicales, sobre cuestiones relacionadas a los derechos de los trabajadores, es difícil para el régimen meterlos en la cárcel, porque la OIT y la CSI intervendrán, como en abril pasado cuando varios participantes de nuestro primer Congreso fueron arrestados. El régimen intenta entonces juzgarlos como terroristas. En base a tales acusaciones los pueden condenar a 20 ó 30 años de cárcel, o a cadena perpetua. Si no consigue acusarlos de terrorismo, intentará acusarlos de criminales, y si eso tampoco funciona, de activistas políticos.

Tenemos que estar muy atentos a que nuestros activistas limiten sus acciones a las cuestiones sindicales y los derechos de los trabajadores. De esta forma tenemos un pequeño espacio en el que podemos evolucionar, aunque no sea en plena seguridad. Nuestros activistas saben que están bajo vigilancia constante y no pueden cometer el mínimo error.

¿Cuánto tiempo hace que no hay un sindicato independiente autorizado en Birmania?

28 años.

¿Esta larga ausencia ha degenerado en una especie de apatía por parte de los trabajadores, que quizás no sepan nada sobre sus derechos si no han recibido ninguna formación de la FTUB?

Saben que existe una legislación laboral, pero ésta es utilizada siempre en su contra, no han visto jamás que se aplicara a su favor. Los trabajadores carecen de la educación necesaria para utilizar estas leyes, no saben cómo solicitar que se apliquen, no tienen la fuerza para ponerse en pie y exigir el respeto de sus derechos porque el régimen militar ha castigado a todos los que lo hicieron en el pasado. En nuestras discusiones intentamos sindicalizarlos para que puedan colaborar y ser más fuertes unidos.

El último arresto de activistas de la FTUB tuvo lugar el pasado abril, cuando cinco participantes del primer Congreso fueron encarcelados poco después de volver a Birmania. Otros activistas fueron arrestados en el mismo momento. ¿Qué se les reprochaba?

Las autoridades les hicieron preguntas sobre el Congreso y las actividades sindicales. Cuando vinieron a ese primer Congreso de la FTUB organizado en marzo en Tailandia (por no poder hacerlo en Birmania), habíamos hablado de la posibilidad de ser arrestados a la vuelta. Le dijimos a cada uno de ellos que si eso sucedía, que no era necesario mentir al responder a las preguntas, porque no habían hecho nada malo; podrían responder que habíamos hablado de cuestiones de los trabajadores, de la manera de formar un sindicato. Podían asimismo decir que las personas extranjeras con las que nos reunimos en el Congreso eran verdaderos sindicalistas también, no hubo siquiera periodistas ni ONG en aquel Congreso. Cuando fueron arrestados e interrogados, todos los activistas respondieron lo mismo, no eran mentiras. El régimen no podía entonces acusarlos de ser terroristas ni criminales. Cuando la OIT y la CSI ejercieron sus presiones, fueron liberados.

Cerca de 30 activistas de la FTUB están actualmente en prisión. ¿En qué condiciones?

En algunos casos las condiciones son muy malas; en otros, medianas. Myo Aung Thant, miembro del Comité Ejecutivo Central de la FTUB, está en prisión desde 1997. Sabemos que sufre de hipertensión tras tantos años de detención en la prisión de Myitkyina, al norte del país, y que se enfrenta a muchas dificultades en esa región, que es una de las más frías de Birmania. Otro activista, Pho Tote, fue condenado en diciembre de 2008 a 24 años de cárcel, y después a 8 años más por protestar en prisión en nombre de otros presos que habían sido maltratados. A él mismo también le pegaron.

¿Los activistas sindicales encarcelados pueden recibir visitas?

Depende: a la mayoría los han trasladado a prisiones alejadas, con lo que es muy difícil para las familias poder hacerles visitas porque no tienen los recursos financieros para pagarse el viaje. Intentamos ayudarles en ese respecto. La prisión de la ciudad de Myitkyina, por ejemplo, está a más de 1.300 Km. de Rangún, se tarda tres día en llegar. Además las familias tienen que mostrar un documento a la policía diciendo por qué viajan, dónde van, dónde se van a quedar... Si no tienen dinero, no se pueden quedar en casa de otras personas: nadie quiere acogerlas porque saben que miembros de sus familias son presos políticos, y eso les da miedo. Es un gran problema social para los presos porque, aparte de ser un apoyo moral, las visitas son importantes para conseguir un poco de comida decente y medicamentos.

La Junta militar es famosa por su recurso masivo al trabajo forzoso. ¿Las presiones internacionales y el programa de la OIT han podido reducir la amplitud de esta situación?

El problema es que la mentalidad del régimen no ha cambiado. Quieren arreglárselas para que cada uno piense que se están esforzando por luchar contra el trabajo forzoso, pero el régimen no está mentalmente preparado para dejar de recurrir a ello, puesto que no es únicamente para su propio beneficio sino que lo es también en el plano moral: si alguien puede ser perseguido por una persona en uniforme verde, eso significa que ésta es “superior”. El objetivo del trabajo forzoso es también demostrar a los militares que al vestir el uniforme se convierten en miembros de la clase dirigente. Eso se volvió a comprobar durante las recientes ofensivas militares contra las etnias de los Estados de Karen, Kachin, Shan, y en agosto pasado contra los Kokangs: todos los equipos militares tuvieron que ser transportados por los aldeanos.

Entrevista realizada por Samuel Grumiau


- La CSI ha publicado igualmente un nuevo dossier “Visión Sindical” sobre la represión antisindical y el trabajo forzoso en Birmania. Basado en un reportaje in situ y en testimonios de primera mano, este dossier titulado “La valentía de los sindicalistas funámbulos” (12 páginas).