El trabajo según Amazon

El 24 de noviembre de 2017, en el ya popular día conocido como Black Friday, los trabajadores del almacén de Amazon de Castel San Giovanni, en la provincia de Piacenza, iniciaron una huelga para reivindicar una mejora de sus condiciones de trabajo, así como una revalorización salarial en forma de primas de productividad.

A pesar de una cierta indiferencia, por no decir hostilidad, de los medios italianos hacia las huelgas recientes y los sindicatos, –como durante las últimas huelgas de transporte–, parece que esta vez la presencia de estos “pobres” trabajadores que desafían al gigante multinacional suscitó cierta emoción. Este acontecimiento también permitió relanzar el debate sobre Amazon y sus condiciones de trabajo en un sector clave de la economía capitalista: la logística.

Aunque Amazon surge y funciona como una empresa de comercio electrónico, y por lo tanto como un distribuidor minorista, el grupo con sede en Seattle se puede considerar un actor del sector de la logística. En realidad, Amazon no fabrica productos, sino que transporta el producto terminado hasta la puerta de la casa del consumidor. Así, la actividad principal de Amazon está relacionada primariamente con el transporte de mercancías, es decir, la logística.

En el sentido más amplio, la logística se define como una ciencia que estudia el ciclo completo de las mercancías desde el lugar de la producción hasta el lugar de consumo, lo que incluye el embalaje, el depósito, el inventario, el almacenamiento, el transporte e incluso la seguridad de las carreteras por las que transitan las mercancías.

En un libro publicado en 2014, The Deadly Life of Logistics, Deborah Cowen, que enseña geografía y planificación en la Universidad de Toronto, describe la logística como la ciencia a través de la cual los protagonistas del capitalismo y del imperialismo económico neocolonial actuales han rediseñado progresivamente el espacio global en forma de rutas comerciales.

Deborah Cowen identifica el origen del estudio científico de la logística con la Primera Guerra Mundial, cuando fue necesario desarrollar un aparato militar eficaz para abastecer a los frentes. Perfeccionado a escala mundial durante la Segunda Guerra Mundial, el estudio de la logística fue aplicado a partir de la década de los sesenta a la gestión empresarial con el objetivo de reducir los costes de producción a través de la racionalización de la relación entre el espacio y la mercancía: en la práctica, cuanto menos tiempo permanece inmóvil un producto en un almacén, más aumenta su valor.

En la fase actual, caracterizada por la facilidad de deslocalizar las empresas y la reducción de los costes de transporte a escala mundial, quizá la logística se haya convertido en el factor principal de creación de beneficios, mediante la explotación de las diferencias entre los costes de producción en los países en los que se producen las mercancías y los precios de venta en los mercados de destino.

El trabajo, que permite a la mercancía viajar, se introduce en este largo trayecto entre el lugar de producción y el lugar de venta/consumo. Los conductores, portadores, estibadores, repartidores y empleados de almacén son algunas de las figuras clave del sector de la logística. Son trabajadores que permiten que las mercancías circulen y, por lo tanto, generen valor.

La tecnología desempeña un papel fundamental en la determinación de las tareas y las condiciones de trabajo en estos puestos de trabajo. Así, es probable que las innovaciones tecnológicas del pasado hayan simplificado algunas tareas laboriosas.

A pesar de ello, el uso de la tecnología, en lugar de beneficiar a los trabajadores, parece haber aumentado las cargas de trabajo, habida cuenta de la tendencia a reducir los tiempos de producción, que corresponden en logística a los tiempos de transporte de la mercancía, de embalaje, de almacenamiento y de entrega.

En efecto, las mejoras tecnológicas en la logística han favorecido el método de producción “justo a tiempo”, es decir, el aligeramiento de la producción industrial a fin de reducir el volumen de las existencias en favor de una producción cuyo objetivo es satisfacer las solicitudes específicas de productos ya vendidos o las exigencias inmediatas del mercado. Si el transporte y la entrega se pueden efectuar en poco tiempo, no es necesario que un producto permanezca inmóvil en el almacén; es posible producirlo en el momento en el que el mercado, incluso encarnado por un solo comprador, lo reclama.

Esta filosofía ha generado un mayor control de los datos de productividad y, por consiguiente, una vigilancia más apremiante de los tiempos de producción. En el caso de la logística, la productividad corresponde al tiempo entre el pedido de un producto y su entrega, y debe ser lo más corto posible. Esto constituye una ventaja para la empresa, la cual consigue de este modo reducir los tiempos de almacenamiento, así como el espacio ocupado por las mercancías en los almacenes.

El peso del aumento de la productividad recae principalmente sobre el tiempo de trabajo y, por lo tanto, sobre los trabajadores, cuyo rendimiento está constantemente controlado a fin de encontrar nuevas soluciones para reducir los tiempos y costes de producción.

Uno de los motivos principales del descontento de los trabajadores del almacén de Castel San Giovanni está relacionado con las modalidades y los ritmos infernales a los que se deben efectuar las tareas.

Los sindicalistas portavoces de la huelga denuncian los horarios extenuantes, durante los cuales los encargados del inventario deben registrar al menos 300 artículos por hora. El caso de los runners, los trabajadores que colocan los productos en las estanterías y que recorren una veintena de kilómetros al día en el interior del almacén, también es emblemático.

El trabajo se realiza a un ritmo muy rápido, controlado electrónicamente por medio de tarjetas personalizadas y cámaras de vigilancia. Los niveles de productividad individual son calculados por algoritmos que no tienen en cuenta las diferencias físicas entre los trabajadores. Los tiempos de descanso se reducen al mínimo (alrededor de 30 minutos para el almuerzo y pausas cortas para ir al aseo, rechazadas por los superiores si se consideran excesivas), mientras que las horas suplementarias y el trabajo los domingos y los festivos son la norma.

La rotación de horarios no existe: el trabajador contratado para horarios nocturnos –el sitio no cierra nunca– siempre trabajará de noche. Estas condiciones aumentan evidentemente el riesgo de accidentes y enfermedades profesionales vinculadas a los esfuerzos físicos.

Los sindicalistas denuncian también los métodos de gestión del personal: en el momento que los niveles de productividad son inferiores a los establecidos, los trabajadores reciben cartas y recordatorios que ponen en entredicho sus capacidades físicas y emocionales.

Taylorismo del siglo XXI

Las diversas investigaciones en los almacenes de Amazon en Italia y el extranjero han sacado a la luz los elevados niveles de estrés y la vulnerabilidad a las enfermedades físicas y psicológicas de los empleados –tanto de los directivos como de los obreros– que a menudo les obligan a dimitir.

Un hecho interesante que se desprende de los relatos de los delegados sindicales que participaron en la manifestación del Black Friday es que una gran parte de los empleados del sitio italiano firmó contratos de una duración indeterminada. Sin embargo, los niveles de productividad necesarios fijan un límite temporal definido por los propios sindicalistas como “fisiológico”.

El tiempo medio de carrera en los almacenes es de tres años, después de los cuales el cuerpo deja de seguir el ritmo de trabajo y el trabajador se ve obligado a dimitir. Por lo tanto, la fuerza de trabajo de Amazon está sujeta a una rotación permanente.
En este sentido, Amazon ha actualizado los principios de gestión empresarial introducidos con éxito por Frederick Taylor a principios del siglo XX y detallados en su libro de 1911, The Principles of Scientific Management.

Según Taylor, para maximizar las ganancias es necesario racionalizar el proceso de producción, lo cual se consigue por medio de la descomposición de este último en diferentes etapas, cada una confiada a un trabajador y sometida a tiempos estandarizados.

El cálculo del tiempo de producción estándar se basa, por lo tanto, en el estudio de los movimientos que los obreros deben realizar, movimientos reducidos al mínimo por el uso de la tecnología y la máxima simplificación de las máquinas utilizadas.

De esta manera, ya no tiene que poseer conocimientos especializados y el proceso de aprendizaje es más rápido. Así, el trabajador se convierte en un sujeto intercambiable, que puede ser reemplazado ante cualquier eventualidad.

Apoyándose en el uso de la tecnología disponible, Amazon actúa exactamente de la manera siguiente: contrata a un trabajador, maximiza el aporte de su trabajo en el proceso de producción y, cuando el cuerpo cede o los niveles de productividad disminuyen, lo reemplaza por alguien fresco, recurriendo a la gran cantidad de desempleados y de trabajadores en situación precaria. Al reivindicar mejores condiciones de trabajo, los trabajadores de Amazon atacan así al propio modelo de la empresa.

Por este motivo, el objetivo inmediato de la huelga parece ilusorio. No es causal que, ante las reivindicaciones de los sindicatos, la empresa vacilara. Inicialmente dijo estar dispuesta a negociar, antes de retractarse, quejándose de una “presión excesiva” por parte de los sindicatos, los cuales, como respuesta, iniciaron una huelga inmediata de dos horas el 20 de diciembre de 2017.

Además, el difícil éxito de las acciones colectivas depende en parte de la movilización de una mano de obra temporal, que no depende de Amazon y, por lo tanto, no tiene un interés inmediato en la mejora de las condiciones de trabajo a corto plazo.

La precariedad del empleo no facilita la difusión de la cultura sindical y rompe la solidaridad entre los trabajadores. El uso de trabajadores temporales aumenta drásticamente durante los picos de venta, como el Black Friday o el período de Navidad, y da al traste con las tentativas de golpear a la empresa bloqueando la producción cuando esta está en su punto álgido.

Las reivindicaciones salariales hechas por los sindicatos fueron rechazadas por la empresa, que se defiende afirmando aplicar las condiciones de los convenios colectivos, tanto de la logística como del comercio, en función de las tareas desempeñadas por los empleados. Sin embargo, Amazon aplica los mínimos previstos por el derecho nacional y se niega a entablar negociaciones para un acuerdo de empresa, no obligatorio, que integraría los mínimos del sector dotados de primas vinculadas, por ejemplo, a la productividad.

La batalla es, por lo tanto sindical; se libra en las relaciones de fuerza entre la empresa y los sindicatos, que actualmente parecen más bien desequilibrados en favor del más fuerte, es decir, Amazon.

Revitalización sindical

A pesar de ello, los sindicatos que defienden a los empleados de Amazon tienen la posibilidad de sumar sus propias reivindicaciones a las de otros sectores relacionados con la logística. Por ejemplo, los repartidores de las cooperativas que efectúan las operaciones de logística en Emilia Romagna y el Lacio para las grandes empresas multinacionales, como Ikea y Granarolo, luchan desde hace años por obtener mejores condiciones de trabajo y llevan a cabo acciones apoyadas por los sindicatos de base (las confederaciones sindicales a menudo han guardado silencio).

De la misma manera, los trabajadores de la distribución mayorista –apoyados por los sindicatos de sectores afiliados a las confederaciones nacionales– fueron a la huelga el 22 de diciembre para protestar contra las aperturas de los hipermercados y centros comerciales durante los días de fiesta de Navidad y San Esteban y llevaron a cabo una campaña de sensibilización con los consumidores, pidiéndoles que aplazaran las compras previstas durante los días festivos. Quizá se debería volver a este último punto.

La huelga del Black Friday, las luchas de los repartidores y las protestas de los trabajadores de la distribución mayorista tienen en común la relación estrecha entre el trabajo y la mercancía.

El objetivo de estas acciones es obtener mejores condiciones de trabajo por medio del bloqueo del flujo de mercancías que viajan del fabricante al consumidor. Aunque su importancia parece marginal, el trabajo de los operadores de la logística es central en el proceso de producción/consumo, ya que constituye el mecanismo que permite a la empresa productora llegar al consumidor y vender así el producto.

Las dificultades de los sindicatos para organizar a los trabajadores de la logística son estructurales y se deben a la fragmentación de la cadena de distribución, a menudo constituida por empresas –y cooperativas– que trabajan por proyectos, así como a la precariedad de los contratos y la heterogeneidad de los trabajadores, a menudo temporales o migrantes.

En este contexto, las debilidades de los sindicatos se amplifican y es urgente encontrar nuevos apoyos más allá del círculo de los trabajadores representados.

Un apoyo decisivo podría proceder de acciones de solidaridad de parte de los destinatarios de las mercancías, es decir, los consumidores. Un bloqueo de las compras en apoyo a las acciones colectivas de los trabajadores de la logística sería, por ejemplo, un instrumento de presión eficaz para enfrentarse de manera amplia, pero enfocada, a las políticas de ciertas empresas y el modelo de producción y empleo que defienden.

Como se indicó inicialmente, más allá del conflicto en Amazon, la huelga del Black Friday debe llevar a reflexionar sobre la relación entre la producción de la mercancía, el consumo y las condiciones de trabajo. El sindicato debe hacer la reflexión, aprovechando la doble condición de trabajadores/consumidores que tenemos casi todos.

El trabajo de sensibilización de los consumidores no es una tarea fácil para el sindicato, pero debe encontrar la fuerza para convertirse en un sujeto político, apoyando acciones en caso de conflicto, como el boicot, que tengan una dimensión más grande que la esfera de las relaciones laborales, cuyos límites son ahora más fluidos tras las mutaciones radicales del mundo del trabajo y de los procesos de producción.

This article has been translated from French.

La versión original de este artículo fue publicada inicialmente en italiano en el sitio de Q Code Mag. Sylvain Bianchi se ha encargado de la traducción del italiano al francés.