El cenagal del SIDA de Vietnam

La provincia de Hai Duong es una zona poco poblada y discretamente ubicada a unas dos horas al sureste de Hanoi.

Atrás quedaron hace rato las energéticas calles repletas de motocicletas de la capital de Vietnam, que va desapareciendo bajo el horizonte del espejo retrovisor, dando paso a una carretera de doble vía que atraviesa extensos campos de arroz salpicados de siluetas de trabajadores encorvados bajo el sol abrasador. No hay cafés ni garitos de cerveza Bia Hoi, sólo algún que otro restaurante esporádico entre comunidades esparcidas por todas partes.

El 25 de cada mes, un grupo de residentes de Hai Duong acuden a una reunión mensual en la que se sirven bebidas y aperitivos a los hombres, las mujeres y sus hijos de diversas edades y condición social. Se reúnen para compartir sus historias y para proporcionar consuelo a los que necesitan apoyo. A primera vista no está claro qué es lo que vincula a los miembros. La causa que los une es invisible, pero la razón por la que se reúnen cada mes es algo que ha excluido a muchos de ellos de la sociedad, que les ha desconectado de familiares y amigos. Cuando vienen aquí dejan de estar solos. Los miembros de este club tienen una cosa en común: estar infectados con el VIH.

Todos ellos son singulares, proceden de diversos contextos, niveles de educación y entornos laborales. La historia de cómo cada uno contrajo el virus es personal, no hay dos iguales salvo por el resultado. En otra época algunos trabajaban en fábricas, en granjas y en escuelas. En otra época algunos eran maridos y mujeres. Dar positivo en las pruebas cambió todo aquello.

Al llegar a la reunión mensual, cada uno recibe un examen médico gratuito, medicamentos antirretrovirales y, quizás lo más importante, la oportunidad de compartir unas risas y sentirse a gusto. Las estadísticas muestran que de los 280.000 casos registrados de personas que viven con el virus en Vietnam, sólo un 45% recibe terapia, lo que hace que el acceso a un tratamiento médico gratuito sea una necesidad.

Los miembros se muestran abiertos a la hora de hablar sobre el grupo, sobre cómo les ha ayudado a sobrellevar la vida después de haberse contagiado, especialmente en un país donde los enfermos de VIH/SIDA son percibidos como leprosos expulsados de sus castas, como personas a las que, debido a los actos inmorales que supuestamente cometieron, se las culpabiliza por deshonrarse no sólo a ellas mismas sino también a sus seres más cercanos.

Puesto en marcha en 2001, este grupo, denominado Bright Future Club (Club del Futuro Brillante), fue creado para proporcionar un refugio a las personas que tienen el virus del VIH, un lugar donde pudieran encontrar un bienestar que les proteja de la intolerancia y la discriminación de la sociedad. Lo que empezó con unas reuniones en una pequeña oficina en el distrito de Kinh Mon, está ahora basado en una casa y ha ido creciendo hasta convertirse en el grupo más grande del país para personas con VIH.

Como cualquier asociación fundada en Vietnam, el Bright Future Club obtuvo una autorización oficial para su formación, en su caso por parte del sindicato de mujeres 955 Union como respuesta para brindar apoyo a mujeres y sus hijos. Hoy en día hay 42 personas que se prestan voluntarias en el centro. Se organizan eventos en grupo para los miembros, junto con sesiones informativas y educativas para el público en general. Los visitantes son a menudo invitados a asistir a juegos y representaciones teatrales organizados para ayudar a la comunidad a entender mejor el virus y a las personas que viven con él.

El Sr. Củỏng, un hombre alto, delgado y bien vestido, de unos 40 años de edad, da fe con mucho gusto de lo valioso que es el club, reflexionando sobre el éxito que ha alcanzado en 10 años de funcionamiento. Como líder del club y uno de sus primeros miembros, supervisa los programas cotidianos, organiza eventos y presenta con regularidad informes a los responsables de la financiación. Lo que empezó con 46 miembros ha crecido hasta alcanzar los 116 y una imagen pública cada vez mayor – una realidad presente que era difícil de imaginar durante los primeros estadios del grupo.

“El club va atrayendo a más gente gracias a las actividades que organiza”, dice Củỏng por medio de un intérprete. “Históricamente ha habido mucha discriminación en la comunidad.”

Antes de dirigir el grupo, y antes de descubrir que estaba infectado con el VIH, Củỏng era profesor de escuela y tenía novia formal. Recuerda que en 2005 su familia le presionó para que instara a su prometida a hacerse una prueba del VIH. Siendo extranjera y procedente de una familia menos pudiente, les inquietaba que pudiera tener el virus. Para tranquilizar a todos, Củỏng y su futura esposa se hicieron la prueba. Sólo él dio positivo. Su carrera profesional se terminó y la boda fue cancelada. Pero la ironía de su historia no le ha amargado sino que más bien le hace sonreír, recordándole constantemente lo indiscriminado que es el virus, en un país donde el SIDA está considerado como la enfermedad de drogadictos y prostitutas.

Las personas de Vietnam que viven con el virus conocen bien su historia. Aquí la noticia de dar positivo en la prueba del VIH se propaga rápidamente, e implica la pérdida de amigos, familia y empleo. Pese a ser contrario a la ley, las empresas siguen realizando análisis de sangre a los empleados y a los candidatos a un puesto de trabajo, lo cual termina por excluir a muchos del mercado laboral y, dondequiera que acudan, se encuentran su nombre incluido en listas negras.

Para ayudar a remediar el problema de las personas con VIH desempleadas, organizaciones como el Bright Future Club han creado diversos programas de trabajo que incluyen tareas como la producción de carbón. No obstante, los empleos son poco esperanzadores a la hora de asegurar una estabilidad financiera, dejando a las personas con VIH al margen de la sociedad.

Habiendo perdido su carrera profesional en la educación, Củỏng dice que lo que en un principio fue creado para dar a la gente una oportunidad para sobrevivir, ha pasado a centrarse en la prevención, con la esperanza de que a través de la educación otros puedan evitar infectarse.

Aunque el número de personas infectadas con VIH/SIDA en Vietnam es relativamente bajo en comparación con su población de 90 millones, lo que para algunos podría parecer como una cuestión bajo control, es algo engañoso en un país que sigue siendo culturalmente conservador, que sufre por los estereotipos existentes en torno al SIDA que impiden la concienciación y el tratamiento. A pesar de las comparaciones con países vecinos donde los índices de infección son mucho más altos, las cifras de Vietnam están aumentando, y no sólo entre los grupos de alto riesgo. La combinación de posturas conservadoras y una falta de intervención están contribuyendo a la propagación del virus entre la población en general.

Conseguir que las corporaciones adopten una responsabilidad social
“El problema con la prevención, con los programas en los lugares de trabajo, es que en Vietnam no tenemos defensores, no tenemos empresas ni directores corporativos individuales dispuestos a ponerse en pie y hacer cosas realmente útiles con relación al VIH.”

Patrick Burke no se anda con rodeos. Durante los últimos 20 años su trabajo ha estado exclusivamente centrado en la prevención del VIH en Vietnam, promoviendo concretamente la responsabilidad social corporativa (RSC). Este australiano, que considera Hanoi como su casa y que habla el idioma con fluidez, accedió a hablar sobre la prevención del VIH en el lugar de trabajo, un sábado por la tarde, entre reunión y reunión. Su trabajo es incesante, y da igual qué día sea. Devorando un pedazo de tarta y, sin perder un segundo, va directamente al grano. “La frustración para cualquier persona que trabaja en este ámbito es que sería mucho más fácil obtener una respuesta sólida si una cuantas empresas tuvieran el valor de alzarse y decir ‘vamos a hacer algo al respecto’.”

Burke conoce bien el tema de la prevención del VIH. En estos momentos está coordinando diversos programas de prevención para proyectos de infraestructura financiados por el Banco Mundial, y habla abiertamente de la reticencia por parte de las corporaciones de Vietnam a desempeñar un papel destacado con relación a la salud de sus trabajadores.

“No hay ni un sólo directivo empresarial vietnamita, ni una sola empresa vietnamita que haya adoptado una postura pública al respecto [VIH/SIDA]”, dice con cierto desdén, consecuencia de llevar tantos años inmerso en esta problemática. “Resulta irónico que Bill Gates sea universalmente admirado en este país y que tanta gente piense que es un empresario estupendo. Pero me gustaría que recordaran que se trata de alguien que aporta una cantidad considerable de su propia fortuna personal al VIH/SIDA, a la malaria, a la tuberculosis y a otras enfermedades. Me gustaría que algunas de esas personas, dueñas de empresas vietnamitas de gran éxito y sumamente ricas, simplemente se fijaran en Bill Gates y se volvieran como él.”

El ejemplo de la Fundación Bill y Melinda Gates, que hasta la fecha ha aportado más de 600 millones USD al Fondo mundial de lucha contra el SIDA, no sólo ha convertido al antiguo presidente ejecutivo de Microsoft en embajador social internacional, sino también en un ejemplo brillante de RSC.

“He trabajado con empresas que han hecho un trabajo magnífico pero que se niegan a publicarlo porque piensan que entonces sus productos o servicios estarían de alguna forma asociados al VIH/SIDA”, dice citando a una empresa que, a pesar de poner en marcha varios programas de prevención para sus más de 3.000 trabajadores, se niega a distribuir preservativos simplemente debido a las ideas conservadoras de su director gerente. La falta de liderazgo por parte de las altas esferas, dice, “fomenta los tipos de comportamientos que nosotros estamos intentando evitar.”

A pesar de fijarse en personas como Gates y la Iniciativa Clinton de Acceso a la Salud, del ex Presidente de los EE.UU. Bill Clinton, los esfuerzos para provocar una mejor respuesta a escala corporativa y gubernamental para la prevención del VIH en Vietnam han resultado en lo que Burke describe como “una serie de decepciones”, incluso con el apoyo del dinero de la ayuda internacional.

El último reto al que se enfrenta Burke – implementar un programa de prevención del VIH/SIDA para un proyecto de infraestructura subvencionado por el Banco Mundial – espera que se convierta en un ejemplo de cómo el tomar iniciativas beneficia a todas las personas que se implican.

“Hay personas a las que les cuesta un poco entender que pueda existir una conexión entre el desarrollo de estos programas de infraestructura y la propagación del VIH”, dice refiriéndose a un antiguo proyecto de mejora de carreteras en el delta del río Mekong, para ilustrar el fracaso a la hora de responder a una situación predispuesta a tener problemas: una mano de obra exclusivamente masculina, que vive lejos de casa, con un generoso salario a su disposición y fácil acceso a drogas y sexo comercial; todo ello agravado por la falta de acceso a preservativos, tratamiento y educación. “Muchos ni siquiera saben que existen instalaciones para hacerse pruebas. Así que los factores de riesgo, sumados, son todos bastante altos.”

Después del proyecto de Mekong la comunidad sufrió un “pico” en el número de infecciones. El resultado de su último programa de prevención ha sido que, hasta ahora, ninguna prueba ha dado positivo – un éxito que, él piensa, animará a otros a seguir. “Haces buenas cosas por el medio ambiente, buenas cosas en la comunidad, construyes escuelas y sabes que el VIH es tarea fácil, siempre y cuando estés dispuesto a adoptar una postura al respecto.”

A pesar de los progresos de las organizaciones internacionales para sensibilizar a la gente, las acciones puestas en marcha por vietnamitas siguen siendo una rareza. “Se han logrado muchas cosas a nivel de empresas locales, y puedo sentirme orgulloso de haber creado unos programas de calidad para trabajadores y directivos, de haber puesto a mucha gente que tiene el VIH en contacto con públicos que nunca habrían conocido”, dice. “Pero en lo que respecta a crear una respuesta sostenible en la que los vietnamitas puedan tomar la iniciativa, ahí no.”

Sacrificar la salud por los beneficios comerciales

Mientras personas como Patrick Burke trabajan para cambiar la percepción que se tiene del VIH y la seguridad del lugar de trabajo, otra cuestión que implica al Gobierno y a las grandes empresas está amenazando la salud de las personas que viven con el virus.

En estos momentos están en marcha las negociaciones para el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), un nuevo pacto comercial internacional entre nueve países del Océano Pacífico. Compuesto por Australia, Brunéi, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y los Estados Unidos, también Japón, México y Canadá están intentando unirse. Dado que los EE.UU. encabezan el acceso ilimitado a importantes mercados asiáticos, los asociados de países en desarrollo están mostrándose dispuestos a hacer concesiones a cambio de una inyección potencial de riqueza. En esta carrera comercial, los ciudadanos son abandonados, en concreto los que tienen VIH/SIDA. Eso es lo que sucede cuando países pequeños establecen pactos comerciales con países más grandes y poderosos.

Una vez ratificado, el polémico TPP está programado para denegar a los países signatarios el acceso a medicamentos antirretrovirales genéricos. Los países en desarrollo, que dependen de los fármacos genéricos baratos para el SIDA, se verán obligados a comprar medicamentos de marca caros. El TPP otorgará a las grandes empresas farmacéuticas norteamericanas un control absoluto de las patentes, con lo que las empresas más pequeñas de fármacos genéricos no podrán reproducir los medicamentos asequibles y fácilmente accesibles para los enfermos de SIDA.

Los medicamentos genéricos estaban antes disponibles porque las leyes de patentes y de propiedad intelectual no se aplicaban a los países que los necesitaban. El TPP cambiará esto al devolver todo el poder de negociación y los derechos de patente a las grandes empresas farmacéuticas, propiciando así que dichas empresas monopolicen el mercado.

Judit Rius, directora es Estados Unidos de la Campaña para el Acceso a Medicamentos Esenciales para la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), dice que el TPP “va a repercutir en las iniciativas apoyadas por los EE.UU. en Vietnam”, sugiriendo que el aumento de los costos socavaría la capacidad de importantes organizaciones humanitarias para proporcionar medicamentos. “Va a repercutir en todos los países en desarrollo.” No sólo el acceso a los medicamentos se volverá más difícil a medida que aumenten los precios sino que, al ser mas estrictas las leyes de propiedad intelectual, Rius teme que una falta de acceso a los conocimientos retrase el avance científico.

Hasta ahora las negociaciones del TPP se han llevado a cabo a puerta cerrado y los detalles del acuerdo se han mantenido secretos. No obstante, un “libro blanco” publicado a principios de septiembre en Chicago sacó a la luz las negociaciones y dejó claro que las grandes empresas, y concretamente firmas estadounidenses, asumirían la prioridad en torno al acceso a los medicamentos. El documento cita que una protección más fuerte de la propiedad intelectual incrementaría el acceso y la innovación de los mismos.

Rius dice que las medidas descritas en el documento harán que a MSF le resulte más difícil obtener rápidamente medicinas para los pacientes debido a los precios. Señala investigaciones recientes que demuestran mejoras en la salud de los portadores del VIH que reciben un tratamiento pronto y de forma más agresiva. “Tendremos que tratar a más personas y tendremos que tratarlas antes, y todo esto se ve amenazado si el costo de las medicinas aumenta.”

Las empresas de medicamentos genéricos han estado proporcionando durante mucho tiempo medicinas más baratas al no tener que repetir las pruebas médicas necesarias para la aprobación inicial, puesto que podían confiar en el trabajo de las grandes empresas farmacéuticas. Con el TPP, en vez de esperar dos años para obtener la aprobación regulatoria para fabricar los medicamentos, los genéricos se verán obligados a esperar de 5 a 11 años para tener acceso a las pruebas médicas. El retraso permitirá a las grandes empresas alterar ligeramente las patentes y encontrar aplicaciones alternativas para fármacos que ya estén en el mercado, con el fin de mantener el control sobre los derechos de propiedad durante períodos más largos.

La oposición al TPP se está manifestando en todos los países socios, incluidos los EE.UU., donde, en agosto, 10 miembros del Congreso publicaron una carta abierta al Representante de Comercio de EE.UU., Ron Kirk, solicitando mejoras en el acceso a medicamentos esenciales para salvar vidas. No obstante, las críticas al TPP apenas han logrado ralentizar las negociaciones que está previsto concluyan a finales de 2012.

Los progresos locales siguen adelante

De vuelta en Hai Duong, se habla poco de acuerdos comerciales internacionales y de derechos de propiedad intelectual. Allí, los miembros del Bright Future Club se centran en su salud del día a día y en la labor para ayudar a otros a evitar encontrarse en su misma situación. A pesar de tener que soportar la discriminación a diario, saben que se ha logrado avanzar.

Củỏng, líder del club, consigue dedicar un momento a reflexionar sobre los comienzos sencillos y difíciles del club. Recuerda cuando las autoridades sanitarias apenas proporcionaban apoyo alguno y que el club no tenía una idea clara de las actividades que podía llevar a cabo, ni siquiera un propósito firme. Hoy en día esto ya no sucede. Dice que los miembros tienen ahora las facultades necesarias, y que las expectativas son mucho mayores.

Con un mayor apoyo financiero el club ha podido comprar el material necesario para intentar cumplir sus planes de construir un taller de ropa y contribuir a frenar una tasa de desempleo del 92% entre las personas con VIH. En el seno de las comunidades también se están produciendo cambios, que él atribuye a una mejor salud de sus miembros y que le han infundido optimismo y alegría. Gracias a un mayor esfuerzo, considera que la sociedad vietnamita es más consciente y entiende mejor el virus.

“Lo más importante es que la sociedad conozca la situación”, declara. “Tenemos que cambiar la mentalidad para que la vida de los que viven con el VIH tenga mas sentido.”

Un informe especial de Andrew King