En su análisis sobre los resultados de la Cumbre de Líderes del G20, constata que durante el año pasado la Presidencia indonesia puso sobre la mesa retos cruciales, pero que la Cumbre acordó unas 200 medidas que en su mayoría son reiteraciones de compromisos anteriores. La Declaración señala una vía política general, pero no ofrece un plan de acción global para la recuperación económica y la resiliencia.
La Cumbre reconoció el dramático impacto de la invasión rusa de Ucrania, particularmente en lo que se refiere al costo de la vida debido al aumento de los precios de los alimentos y la energía, así como la interrupción de las cadenas mundiales de suministro. Apoyó la “Iniciativa de Granos del Mar Negro” y otros esfuerzos para ayudar a los países afectados por la crisis alimentaria. Los Líderes acordaron que el G20 no es el foro para resolver cuestiones de seguridad y destacaron la Resolución de la Asamblea General de la ONU (AGNU) que condena la agresión de Rusia contra Ucrania.
Los sindicatos acogen con satisfacción que el G20 haya acordado que el aumento máximo de la temperatura mundial no debe superar los 1,5°C, tal y como exige el Acuerdo de París, y no los 2°C como se acordó anteriormente. Sin embargo, el compromiso de los países desarrollados de aportar 100.000 millones de USD al año para la financiación de la lucha contra el cambio climático sigue careciendo de un plan de cumplimiento detallado y las nuevas iniciativas de financiación del G20 en este sentido siguen siendo voluntarias.
El L20 acoge con satisfacción la creación del Fondo destinado a la prevención, la preparación y la respuesta ante pandemias (PPR), pero las contribuciones al mismo son voluntarias y carece de un mecanismo sólido para coordinar la acción.
Respaldando la labor de los Ministros de Trabajo del G20, la Cumbre reconoció que las tecnologías digitales están remodelando el mundo del trabajo y que la pandemia ha exacerbado las desigualdades preexistentes que afectan de manera desproporcionada a las mujeres, los jóvenes, los trabajadores de mayor edad, las personas con discapacidad y los trabajadores migrantes. Sin embargo, la Cumbre no presentó ningún compromiso significativo para impulsar la acción.
Ante la crisis del costo de la vida y la inminente recesión económica, los trabajadores y las trabajadoras esperan que los Líderes mundiales actúen para apoyar el poder adquisitivo de los trabajadores, graven a los ricos y los beneficios excesivos, y utilicen estos ingresos para invertir en la economía real y en el empleo. Sigue faltando un plan global del G20 para contrarrestar los altos precios.
Veronica Nilsson, Secretaria General de la Comisión Sindical Consultiva ante la OCDE (TUAC), comentó a este respecto: “Los sindicatos piden a los Líderes del G20 que inviertan en un fondo mundial de protección social, que amplíen las asociaciones para la transición energética justa con diálogo social y que garanticen la igualdad de género. Estas son las bases necesarias para la resiliencia y la paz duradera”.
Sharan Burrow, Secretaria General de la CSI, comentó a su vez: “El Nuevo Contrato Social ofrece un programa de reformas que invierte en las bases para la consolidación de la paz y la recuperación económica basada en la justicia social. Es el camino a seguir para que el Grupo de los 20 aborde los déficits y desequilibrios sistémicos y revierta la desigualdad a través de la inversión en una transición justa, la protección social, el diálogo social y el respeto a los trabajadores, a las trabajadoras y a los derechos humanos”.