Vientos de cambio a favor de la justicia social y la democracia - 1º de mayo de 2011

En este 1º de mayo en el que sindicalistas de todo el planeta celebran el rol de los trabajadores y trabajadoras en la lucha por la democracia, el movimiento sindical internacional avanza inspirado por los vientos de cambio que soplan desde los países árabes.

La CSI aplaude la valentía de los trabajadores y trabajadoras y de los sindicatos independientes que se han situado a la vanguardia de esta histórica contienda por la libertad.

Brindamos todo nuestro apoyo a su lucha y condenamos sin reservas la tiranía de los regímenes, tanto de Oriente Medio como de otras zonas geográficas, que continúan denegando a su población derechos fundamentales, y que recurren a la violencia para silenciar las voces disidentes. Instamos a la comunidad internacional a intervenir para poner fin a esta opresión.

Al mismo tiempo, en nombre de cientos de millones de trabajadores y trabajadoras que claman por el fin de las desigualdades, de la discriminación y la explotación, la CSI vuelve a reivindicar una transformación profunda de la economía mundial.

Defendemos el fin de la cultura de la negligencia política y corporativa que ha abierto una brecha entre ricos y pobres; y reclamamos nuevos compromisos de respeto a los derechos laborales, así como el establecimiento de un marco que permita florecer la justicia social y combatir la plaga del desempleo.

Ha llegado la hora de abandonar las políticas fallidas del pasado. De dejar a un lado programas de austeridad que arremeten contra el tejido social y socavan los medios de subsistencia de la población. Debemos poner fin al escándalo del desplome del nivel de vida provocado por el crecimiento del empleo informal, desprotegido y precario y, en concreto, la grotesca explotación de los trabajadores y trabajadoras migrantes. Se deben tomar medidas, ya, para rescatar a una generación perdida de jóvenes que anhelan un trabajo y un futuro dignos.

Pero nada de esto sucederá a menos que los Gobiernos sitúen a la población como su principal prioridad, regulando el sector financiero y refrenando los excesos del poder corporativo.

Todos los Gobiernos deben invertir en la creación de empleo, en educación y formación, en programas que potencien las inversiones en servicios públicos de calidad y en ofrecer una protección social universal básica. Las economías más poderosas, las del G20, deben ponerse al frente en este sentido.

Los Gobiernos deben poner las finanzas al servicio de la economía real y reclamar la riqueza necesaria para enderezar la economía mundial, imponiendo tasas a bancos y finanzas, y en concreto introduciendo con carácter urgente una tasa sobre las transacciones financieras.

Los Estados deben enfrentarse a aquellas corporaciones que se benefician de la escandalosa explotación de trabajadores y trabajadoras vulnerables, de la violación de los derechos sindicales y de las normas internacionales del trabajo.

Si no se introduce de inmediato un cambio de rumbo en la gobernanza y en la gestión de la economía mundial, no podrán cumplirse las nobles aspiraciones de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y no se conseguirá impedir la catástrofe del cambio climático.

La globalización sólo puede funcionar si genera una riqueza sostenible para todos y para todas, y si propicia una transición justa hacia un mundo sustentable construido sobre los principios de economías fuertes, de la justicia social y de empleos verdes.

La CSI colaborará para poner al descubierto a aquellos Gobiernos que se niegan a cambiar, que están dejando de ofrecer servicios, que imponen reducciones fiscales y atacan a los trabajadores del sector público provocando consecuencias devastadoras para la vida de toda la población, y particularmente de las mujeres.

Continuaremos aislando, condenando y poniendo en el punto de mira a aquellas compañías que irresponsablemente desprecian las normas laborales y explotan a la mano de obra más débil.

Finalmente, la CSI en Oriente Medio, entre otras zonas geográficas, continuará luchando por la paz y haciendo frente a las dictaduras y la corrupción. La explotación y la inestabilidad política provocadas por la ausencia del imperio de la ley y de la democracia, unidas a la injusticia económica, conllevan un riesgo constante de guerra y conflicto social.

Los desafíos del mundo actual son los mayores que hemos asumido jamás, pero el movimiento sindical tiene la moral muy alta. Nos sentimos orgullosos de nuestra tradición de solidaridad que ha servido de base para el progreso social, la democracia y la paz, y que nos insufla la fuerza necesaria para hacer real el sueño de una economía mundial basada en la justicia, la igualdad, la humanidad y la sostenibilidad.

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