La Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo - ¿que serán los siguientes pasos?

Análisis de Matt Simonds sobre la Primera Reunión de Alto Nivel que tuvo lugar en la Ciudad de México del 15 al 16 de Abril 2014.

Tras varias semanas de haberse celebrado la Primera Reunión de Alto Nivel (RAN) de la Alianza Global para la Cooperación Eficaz al Desarrollo (AGCED) y una vez pasada la agitación, resulta difícil decir definitivamente si la reunión, que convocó a unos 1.500 representantes de diferentes ámbitos del mundo de la cooperación al desarrollo, logró realmente algo significativo. La Alianza fue creada en Busan en 2011. Cabe señalar que, al menos, la reunión de alto nivel consiguió insuflar un poco de vida a un proceso que había perdido casi toda su fuerza desde Busan. Y lo consiguió pese a la calculada ausencia de China e India, el palpable descontento de Brasil y Argentina con los “métodos de trabajo” y los magros progresos perceptibles en las medidas y en los compromisos, tanto antiguos como nuevos. El crédito se debe en gran parte al Gobierno de México, que convocó la reunión, negoció admirablemente un comunicado final que salvó efectivamente a la alianza y asumió el liderazgo como co-presidente durante los próximos años de la Alianza Mundial.

Como nota positiva, la Alianza Mundial para una Cooperación al Desarrollo Eficaz, incluida la reunión de alto nivel, ha establecido un espacio realmente único en la composición de los representantes que reúne, así como las condiciones de adhesión que conlleva. Son pocos los foros internacionales que ofrecen un espacio similar a los agentes no ejecutivos, aunque no del todo en pie de igualdad (si bien ello se deba solamente a la naturaleza de las relaciones de poder), para colaborar con los gobiernos en la toma de decisiones, en el establecimiento y planificación del programa, como lo hace la AGCED. En términos muy claros, la Alianza hace esfuerzos tangibles para cumplir con el principio de inclusión, por lo menos, parte del tiempo.

Igualmente positivo fue que, en la reunión de México, el movimiento sindical finalmente pudo asegurar de forma oficial un lugar en la gobernanza de la AGCED, su Comité Directivo, aunque como parte interesada “no tradicional” de la sociedad civil y no como interlocutor social a la par del sector privado, como se había solicitado. En este nuevo papel, la CSI tuvo, por lo menos, la oportunidad de influir de cierta forma identificable en el resultado de la reunión de México, en particular, sobre la cuestión de la responsabilidad del sector privado en este proceso. Sin embargo, esta intervención no logró resolver el problema de que se negara deliberadamente, o al menos así pareció, a las organizaciones sindicales participar como expertos en la sesión principal sobre el sector privado. Solamente se les concedió hablar desde el público durante un tiempo limitado.

La ausencia de reconocimiento de los interlocutores sociales en el debate del sector privado y a lo largo de la Alianza es un ámbito de acción para el futuro.

En el orden del día oficial de la reunión de alto nivel, pareció prestarse poca atención a los compromisos anteriores sobre la ayuda y la eficacia del desarrollo. Se hicieron esfuerzos para abordar los progresos realizados a través de un taller previo y algunas sesiones de enfoque, pero estas apenas recibieron la atención que recibió, por ejemplo, el papel del sector privado durante toda la reunión. Teniendo en cuenta las últimas conclusiones del informe de seguimiento, donde, en realidad, el principal avance consiste en constatar que no se ha retrocedido, no es de extrañar que los donantes se mostraran menos inclinados a esbozar estas cuestiones en una reunión de alto nivel. En cambio, tanto en el orden del día de la reunión como en sus resultados, muchas de las cuestiones fundamentales relativas a la eficacia se vieron eclipsadas por los últimos “temas de actualidad”. Este efecto puede haber sido una consecuencia involuntaria de la voluntad de “ampliar” el debate y los agentes participantes, lo cual, cabe admitirlo, fue visto favorablemente por la sociedad civil en Busan, pero que desde entonces ha desviado la atención de los compromisos en los que se fundamenta la Alianza.

Asimismo, existe el problema de que a pesar de los encomiables esfuerzos para crear espacios inclusivos y de participación significativa entre las partes interesadas, el proceso sigue estando impulsado, sin lugar a dudas, por los donantes de la ayuda. Los esfuerzos para compartir este proceso de la alianza con la OCDE han mostrado ser más difíciles de lo previsto, como lo demuestra el boicot de China e India, pero también la ausencia de un fuerte liderazgo por parte de los países de la Alianza Mundial. Los países que suelen recibir ayuda tienen más voz en los círculos de la ONU. En la Alianza Mundial para una Cooperación al Desarrollo Eficaz, los países socios tienden a ser menos asertivos, en comparación con debates similares en la ONU, donde los resultados se ven sumamente influenciados por las posiciones del “G77”, el grupo de mas de setenta y siete países en desarrollo.

La reunión de México también brindó al movimiento sindical la oportunidad de convocar eventos sobre el Enfoque basado en los derechos humanos y el Sector privado. Sin embargo, lo que hizo que la reunión de alto nivel fuera única en este sentido, fue el elevado número de representación de los diferentes grupos de partes interesadas que participaron en los eventos. Como resultado, estas dos prioridades del movimiento sindical pudieron obtener un fuerte apoyo. Lamentablemente, fue un poco más difícil vincular estas discusiones con el resultado general de la reunión de alto nivel.

No obstante, los nuevos líderes: México, Países Bajos y un Gobierno africano “por determinar” como co-presidentes del proceso, ofrecen cierta anticipación y esperanza en el proceso. Una deficiencia grave y en detrimento del proceso durante los últimos dos años fue la forma en que este proceso fue conducido por los co-presidentes (ya que incluso entre ellos existía una influencia desigual). Esta deficiencia socavó el propósito del Comité Directivo, convirtiéndolo en una especie de comité de planificación ensalzado.

Para que el proceso conserve su credibilidad, los nuevos co-presidentes tendrán que reapropiarse la alianza, conceder un papel más importante al Comité Directivo, volver a los fundamentos de París, Accra y Busan y resistir a la tentación de introducir un programa basado en las preferencias personales o los temas de actualidad.