Primer plano del Dr. Denis Mukwege (hospital Panzi de Bukavu, RDC)

“Es un drama indescriptible del cual nadie quiere ocuparse”

El hospital Panzi de Bukavu, situado al este del Congo, está especializado en los cuidados y la reconstrucción quirúrgica de las mujeres víctimas de la violencia sexual. Pero más allá de la respuesta humanitaria, el Dr. Denis Mukwege defiende una solución política que aborde la raíz de esta violencia utilizada como arma de guerra desde hace más de diez años, solicitando a los dirigentes de los Estados de los Grandes Lagos que asuman sus responsabilidades. En esta región, rebosante en materias primas preciosas, también señala con el dedo a todos aquellos que se aprovechan con total impunidad de este estado de “no-guerra / no-paz” y pide que la comunidad internacional asegure un verdadero control de los procedimientos de abastecimiento de materias primas.

En ocasiones desanimado por no acabar “de coser y recoser...” a las víctimas mutiladas, el Dr. Mukwege encuentra fuerzas para continuar al ser testigo del valor y la capacidad de estas mujeres para volver a ponerse en pie.

¿Cree usted que un evento como la Marcha Mundial de las Mujeres que acaba de celebrarse en octubre en Bukavu puede tener un impacto concreto en materia de la lucha contra la violencia sexual que se sigue cometiendo de forma masiva en la región?

Esperamos que un evento como la Marcha Mundial de las Mujeres, aquí en Bukavu, tenga un impacto sobre los responsables políticos y que conduzca por fin a un cambio para las mujeres. Porque hasta ahora, tengo la triste impresión de que los dirigentes de este mundo no quieren ocuparse de este problema, que hay grandes intereses financieros en juego que hacen que la vida humana esté relegada a un segundo plano. El Gobierno, por su parte, intenta negar, minimizar la magnitud de la violencia contra las mujeres. Pero para nosotros, que vivimos a diario con las víctimas, esto es un drama indescriptible.

El contexto de la región hace que la comunidad internacional, con remordimientos a causa de la dramática historia de Rwanda, cierre los ojos y los oídos ante esta situación, que es la continuación de la guerra y del genocidio ruandés.

El primer error fue haber dejado cruzar la frontera a todo un ejército, con soldados, vehículos blindados, municiones y toda una tesorería; dejarles instalarse mezclando militares y civiles en los campos. Como médico, yo iba a los campos y veía que los entrenamientos militares proseguían. Después, cerca de un año más tarde, el Presidente ruandés Kagame, con el consentimiento de la comunidad internacional, atacó los campos. Rwanda no es un país rico ni tiene grandes recursos. Dejaron que atacara y cometiera masacres a gran escala en los campos. Una parte entró en Rwanda, otra parte se adentró en el bosque. Los más afortunados consiguieron cruzar las fronteras y huir. Los menos afortunados murieron. Los demás se quedaron y se adaptaron a la vida en el bosque. En cambio, entre 1998 y 2001 la armada ruandesa se quedó en el Congo y en vez de perseguir a las FDRL, se puso a hacer negocios aquí. A lo largo de todos esos años los civiles, y sobre todo las mujeres, se han encontrado entre dos fuegos.

¿Cómo ha llegado a convertirse en una figura tan conocida al denunciar la violencia sexual que sufren las mujeres?

En 1999, después de que el hospital de Limere, que yo dirigía en el sur, fuera destruido en 1996, llegué a Bukavu de refugiado, como muchos otros. Estaba asustado por las terribles condiciones en que se encontraban las mujeres. Me fui a trabajar al hospital general de Bukavu, donde veía a las mujeres morir en masa, las parturientas se desangraban durante los partos difíciles en casa, llegaban demasiado tarde y morían. Yo intenté ofrecerles atención obstétrica en el sur de la ciudad, aquí en Panzi, donde las mujeres no tenían ninguna estructura sanitaria. La primera mujer que operé había sido violada y había recibido varios disparos en los órganos genitales; tenía una infección de órdago, pero hoy día puede caminar sin muletas. El mismo año llegaron 45 mujeres, víctimas de la misma situación: violaciones colectivas seguidas de disparos de bala y heridas de bayoneta en los órganos genitales. Un día, el CICR me trajo una chica joven, de 18 ó 19 años, que había sido violada y a la cual le habían introducido un cañón de fusil en la vagina y disparado; tenía todo el sistema urogenital hecho trizas.
Intenté unir los pedazos como pude, para lo cual fueron necesarias seis operaciones. Y entonces decidí que no podía seguir callándome: me puse en contacto con MSF (1) para pedir que nos ayudaran a hablar de este drama. Hubo un caso de una joven que fue violada por un grupo de una docena de personas. Después del cuarto hombre, perdió el conocimiento, la habían sentado sobre el fuego. Llegó aquí con quemaduras muy graves. Le enseñé las fotos de las heridas a la persona de contacto de MSF, quien a su vez se puso en contacto con HRW, los cuales se reunieron con las víctimas y publicaron los hechos.

Desde entonces han venido todos los altos cargos de la ONU, todos los embajadores, altos cargos de la UE. De Bélgica vinieron varios ministros, y también de Francia; incluso Hillary Clinton. Pero nada ha cambiado. A veces me invade una gran desesperación, y me pregunto qué porras hago aquí. Pero son las mujeres las que nos transmiten el ánimo para seguir, al ver su capacidad para volverse a poner de pie, su voluntad de continuar luchando para vivir y por sus hijos. Ellas están traumatizadas a su manera y nosotros también estamos traumatizados a la nuestra, pero luchamos juntos para que ellas puedan reencontrar sus derechos.

¿Piensa usted que el nivel de violencia está disminuyendo?

El peor año fue 2004, cuando las violaciones eran más masivas que nunca. Pero en realidad el número de violaciones no hace más que fluctuar en función de los movimientos de los militares y de las zonas que quieren controlar. Este año, hasta el mes de mayo, tuvimos la impresión de que se estaba dando cierta mejora, pero a partir de junio y julio, vuelta a lo mismo... La causa del problema sigue estando presente.

¿Qué soluciones le parecen factibles para frenar definitivamente esta violencia?

La solución humanitaria no es una solución. Hace 10 años que empezamos a trabajar. Algunas mujeres han sido violadas una vez, dos veces, y a la tercera vez se niegan a abandonar el hospital porque les aterra la idea de que les vuelva a pasar lo mismo. Tienen el VIH/SIDA, y sus hijos también. ¿Qué les puedo decir yo? No puedo alojar a todo el mundo aquí... Es una experiencia espantosa.
Los hijos de los hutus que llegaron en 1994 tenían por aquel entonces 5 años. Ahora tienen 21. Todos los menores que llegaron al Congo son hoy en día hombres capaces de llevar un fusil, de robar, de violar, de destruir. A todos esos niños los asociamos con los perpetradores del genocidio para justificar su persecución. Estos jóvenes saben que si se quedan en Rwanda, se arriesgan a morir. Si se quedan aquí están a merced de las incursiones ruandesas, cuyo objetivo es acosarlos y matarlos. No tienen un estatus: no son ni refugiados ni congoleses ni ruandeses. Es insoportable – la culpabilización colectiva de estos jóvenes es una bomba. Incluso a los niños que nacen ahora se les dice enseguida que son hutus, perpetradores de genocidios, a quienes todo el mundo persigue.
Habría que buscar a todos los perpetradores del genocidio, poner sus fotos por todas partes. Y los hutus que cometieron atrocidades en el Congo también deben ser perseguidos. Después del genocidio en Alemania no se condenó a todos los alemanes. Si culpabilizamos a toda una comunidad, la justicia no puede hacer su trabajo. Hay que presentar acusaciones individuales para evitar la impunidad.
Y es necesario que todo aquel que no haya sido identificado como líder, planificador del genocidio, pueda elegir entre ser un refugiado en el Congo con estatus y protección del HCR, o bien volver a Rwanda y recuperar su ciudadanía con sus derechos y los deberes que ello implica, o solicitar asilo internacional.
La responsabilidad también reside en el Estado congolés, que no es capaz de poner tras los barrotes a las personas que han matado, violado y destruido comunidades locales. Hace un mes mataron a bocajarro a dos niños de 10 y 11 años, justo aquí al lado ¡y no se ha hecho nada al respecto!

No tenemos un ejército de verdad. Los soldados no han recibido un entrenamiento en condiciones, no tienen sentido de la responsabilidad. Entre el 15 y el 20% de las mujeres son violadas por aquellos que supuestamente las tienen que proteger. Es necesario erradicar el espíritu de milicia despiadada y reemplazarlo por un espíritu de protección de los pueblos.

¿Por qué no se utiliza una parte del presupuesto de la MONUC (Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo) para formar a jóvenes reclutas que no hayan estado nunca implicados en ningún conflicto? ¡Se han llevado a cabo formaciones de militares con hombres de 45 años que ya habían servido en diversas facciones! Es indispensable verificar el recorrido de las personas a las que se forma. Se podría dar una jubilación anticipada a los antiguos milicianos, acuartelarlos o enseñarles un oficio, como por ejemplo enseñarles a cultivar la tierra.

Los dirigentes de esos países participan en la explotación mineral ilegal. Utilizan camiones llenos, a la vista de todo el mundo. El 70% del coltrán, un material indispensable para la fabricación de teléfonos portátiles, se produce aquí. Todos los dirigentes se aprovechan de este estado de “no guerra, no paz”.
Existe una nueva ley americana sobre el aprovisionamiento de materias primas, y Europa debería hacer lo mismo para controlar la procedencia de las materias primas.

Hay que presionar a Kabila para que tome el control de las minas – ese es el punto de partida de una explotación adecuada. Pero volvemos a la necesidad de disponer de un ejército eficaz.

Hay que hacer que los dirigentes del Congo, de Rwanda y de Uganda se comporten de forma responsable ante sus pueblos. ¿Por qué Charles Taylor o Béchir se encuentran en un tribunal, mientras que otros, con el consentimiento americano, pueden permitirse masacrar a sus propios pueblos o a los pueblos de sus vecinos? ¿Charles Taylor se cobró quizás más víctimas que las que se han cobrado las masacres llevadas a cabo en el Congo? Desde el simple soldado, hasta el máximo mandatario: todos deben responder de sus actos.

A veces acabamos llorando con alguna de las enfermas. La vemos completamente destrozada, incapaz de puede retener la orina y materias fecales, y que se ha quedado sin vagina... Vuelve a casa y le vuelven a hacer lo mismo. No acabo nunca de coser, de coser y recoser... ¡es absurdo tener que operar dos, tres veces a la misma persona! Todos los niños que ve por aquí son fruto de las violaciones, portadores del VIH/SIDA...

Es preciso que nuestros dirigentes tomen medidas. ¡Hay que presionar a todos los dirigentes de la región de los Grandes Lagos para que asuman sus responsabilidades y respondan de sus actos! Los derechos humanos aquí: cero. Matan, violan, roban... ¡con plena impunidad!

Entrevista realizada por Natacha David

EL HOSPITAL PANZI:

Creado en 1999, el Hospital Panzi de Bukavu (Kivu del Sur) dispone de 400 camas (de las cuales 80 son para las víctimas de la violencia sexual). Allí se registran alrededor de diez visitas de víctimas de la violencia sexual por día, de las cuales el 30% requieren operaciones quirúrgicas importantes. Dado que el número de camas es insuficiente para cuidar a las pacientes en convalecencia, éstas son colocadas en una de las tres casas de tránsito.

Con la ayuda de Unicef, el hospital dispone también de clínicas móviles para las víctimas de la violencia sexual, del VIH/SIDA, de las fístulas. Esta atención médica ambulatoria a domicilio permite evitar las largas distancias de camino agotador y limitar los estigmas sociales.

El hospital imparte formaciones para médicos, enfermeros/as y comadronas, con especialización en reconstrucción vaginal.

El hospital garantiza las comidas de los pacientes puesto que, contrariamente a la costumbre según la cual la familia ha de alimentar al paciente, estas mujeres suelen venir de muy lejos y no tienen el menor recurso. Lo mismo sucede con los enfermos de sida, a menudo rechazados, pero que tienen que comer para recuperar fuerzas.

Algunas pacientes son hospitalizadas a causa de patologías graves después de haber permanecido mucho tiempo secuestradas y utilizadas como esclavas sexuales por los grupos armados.

Existe un servicio psico-social que realiza toda una labor para ayudar a luchar contra la dislocación de las familias, intentando sobre todo evitar que los maridos rechacen a las esposas que han sido víctimas de las violaciones. Las ayudas para la formación profesional permiten a las mujeres abandonadas encontrar con qué sobrevivir y volver al pueblo con la cabeza alta.

El 2008 el Dr. Denis Mukwege que dirige el hospital Panzi ha recibido el Premio Olof Palme y el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

(1) Médicos Sin Fronteras

(2) Human Rights Watch